Estos días estamos conociendo algunas declaraciones de bienes de los nuevos eurodiputados. Ha sido conocida la Luis Pérez, alias ‘Alvise’, por ser absolutamente opaca: supuestamente vive de «donaciones», de las que no aclara ni el origen ni la cantidad. Es decir, al personaje le ha estado pagando alguien por vomitar sus mentiras, su odio, sus chantajes y sus amenazas y no nos quiere decir quién ni cuánto. Eso es precisamente lo que se intenta evitar con las declaraciones de bienes y actividades de los cargos públicos: que en vez de tener cargos públicos independientes y libres tengamos testaferros parlamentarios de quien le paga.
Más transparente que la de Pérez es la declaración del nuevo eurodiputado de Vox, Juan Carlos Girauta. Según la Asociación de la Prensa de Madrid, el salario medio de un periodista en España es de 18.000 euros anuales. Pues bien, Juan Carlos Girauta declara que cobraba 6.000 euros al mes por sus columnas en ABC hasta que la web de la Asociación Católica de Propagandistas, ‘El Debate’, le empezó a pagar 7.000 euros al mes por esas columnas. No anualmente ni por trabajar como periodista: 7.000 euros al mes por sus columnas en una web.
Uno, que tiene bastante estómago y se pasa por las mañanas por algunas de las webs que alimentan el discurso de la derecha (o viceversa), ha leído de vez en cuando alguna de las piezas literarias de este señor. Aunque tiene pinta de que nadie se lo haya dicho a Girauta, sus columnas no son la cumbre intelectual de la civilización occidental: obviamente Girauta no cobra 7.000 euros por la calidad de sus columnas ni por la cantidad de visitas (y por tanto ingresos) que aportan a la web que le paga (cuyos ingresos tampoco se deben a lo rentable que es poner publicidad en ella dada la inmensa audiencia que tiene). No sabemos si este pastizal explica la deriva de Girauta, que no hace tanto militaba en el PSC y ha acabado (de momento) en Vox. Lo que sabemos es que le ha salido muy rentable su radical y entusiasta cambio de opiniones políticas.
Una de las cosas que hace Girauta es justificar el genocidio de Netanyahu en Palestina e insultar a cualquiera que critique los crímenes del gobierno israelí: si no te gusta que asesinen a niños, civiles, que bombardeen escuelas, hospitales, maten periodistas… si no crees que la ONU es una organización terrorista… eres antisemita (lo cual es una lógica puramente antisemita, pues vincula el judaísmo con los crímenes que perpetran estos asesinos, no el pueblo judío, y con las gilipolleces de sus propagandistas).
Pues bien, es posible que Girauta piense sinceramente estas memeces. Lo que sabemos es que si pensara lo contrario, si defendiera los derechos humanos, la legalidad internacional y, en fin, que no está bien asesinar a más de 30.000 personas… dejaría de ingresar los 3.000 euros al mes que le ingresan (como asesor, ojo) las asociaciones de propaganda de la ultraderecha israelí.
Obviamente Girauta no cobraba esos 10.000 euros cada mes por su trabajo de columnista ni de asesoría jurídica a propagandistas ultraderechistas. Le pagaban un dinero absolutamente fuera de mercado por mantener en público unas opiniones con la beligerancia con la que las ha defendido (¡nos han jodido!) haciendo creer al público que son opiniones sinceras fruto de la reflexión de un señor que aparenta creerse inteligente. Porque la clave es que el lector, el espectador… quien quiera que escuche las opiniones de Girauta y del coro de ultras y fanáticos del que forma parte, no sabe que decir eso es extraordinariamente rentable para él y que si opinara lo que opinaba hace pocos años (lo que ahora él vincula con crímenes y totalitarismos), perdería un pastizal y todo el protagonismo que ha adquirido.
¿Cuántos Girautas habrá cuyas derivas ultraderechistas y cómplices de crímenes monstruosos vayan de la mano de ingresos extraordinarios que en ningún caso tendrían si mantuvieran opiniones sencillamente humanas? ¿Cuántos periodistas, políticos o distintos personajes más o menos públicos están diciendo barbaridades porque de una forma u otra se está engrasando financieramente su opinión?
Hemos conocido cómo se ha, digamos, condicionado la opinión de un personaje en concreto. Pero en los últimos años ha habido una nutrida fauna de nuevos ultraderechistas que no hace tanto pudieran parecer razonables y demócratas y que han adquirido súbitamente un feroz fanatismo. Seguramente muchos no cobren la enorme cantidad que ganaba Girauta (aunque sin duda algunos cobren bastante más); los habrá que se dejen arrastrar por cantidades muy menores por escribir una columna que no le interesaría a nadie o por aparecer en una tertulia como si su opinión representase algo más que el dinero que ingresan: que compartan la condición de sobornables no implica que la tarifa sea homogénea.
La libertad de expresión es sagrada. Pero la expresión sobornada no es libre sino un instrumento propagandístico comprado para condicionar una opinión pública que no es consciente de que el opinador no dice lo que piensa sino lo que tiene que decir para que le paguen.
Aunque lo esquiven y lo hagan difícil de percibir, en los medios de comunicación está prohibida la publicidad encubierta: cuando algo no es una información sino un anuncio que simula formar parte del medio, tienen que aclararlo de alguna forma. Cuando un opinador es un hombre anuncio cuya furia intelectual es una impostura comprada con mucho dinero, debería ocurrir lo mismo sin esperar a que el sobornado acabe en un cargo público que destape la farsa: para que quienes no están comprados no caigan en el mismo saco de sospecha y para permitir que la ciudadanía sepa diferenciar la expresión libre de la mera publicidad mercenaria.