Entre quienes defendemos la conveniencia de una amnistía para quienes participaron en el proceso independentista catalán no hay nadie que diga que es indiscutible que la amnistía es maravillosa, que se debe tramitar tal cual se está tramitando (si es que alguien tiene claro cómo se está tramitando) ni que quien plantee la menor objeción a la proposición de la ley de amnistía no es demócrata, nos cuela una dictadura por la puerta de atrás, rompe la separación de poderes y acaba con la igualdad entre los españoles. A ningún defensor de la amnistía nos tienen que explicar que se podría hacer de otra forma o que incluso sería preferible hacerla de otra forma.
Es la derecha política, mediática, judicial y todos sus apéndices revelados (órganos judiciales, colegios profesionales, asociaciones de claqué y demás colectivos que han sentido la necesidad de pronunciarse solemnemente en defensa de la democracia) la que ha planteado la amnistía como una causa inefable, quienes han planteado que defender la amnistía es atacar la democracia, que si hay amnistía se acaba con la igualdad entre españoles, se vulnera la separación de poderes, se cuela una dictadura por la puerta de atrás. La amnistía es, según decían, rotundamente ilegítima tenga el texto que tenga y se tramite como se tramite: por eso llevan alzando la voz desde mucho antes de que hubiera un texto y un trámite parlamentario (de hecho, desde que vieron el texto, las voces más sensatas bajaron mucho el tono de voz).
No llamó el PP a la Comisión de Venecia para que matizara que habría sido conveniente tramitar la amnistía como proyecto de ley en vez de como proposición de ley para que hubiera informes (no vinculantes) del CGPJ secuestrado y del Consejo de Estado que presida Carmen Calvo. No llamó el PP a la Comisión de Venecia para que diga que serían razonable plazos parlamentarios menos cortos. Ni siquiera pretendía el PP que nos aconsejaran que la Constitución recogiese expresamente la posibilidad de leyes de amnistía (posibilidad que el constituyente del 78 descartó, dejando tal posibilidad al legislador). El PP llamó a la Comisión de Venecia para que dijera que la amnistía es ilegítima, antidemocrática, que rompe la separación de poderes y nos cuela una dictadura por la puerta de atrás.
Y la Comisión de Venecia les ha dicho que no, les ha dicho una obviedad: que la amnistía es un instrumento que se puede utilizar buscando la reconciliación tras un proceso traumático, que genera reencuentro y unidad. Les ha dicho que es legítima.
Y ha aconsejado tramitarla de otra forma, con algunas correcciones que uno podría suscribir en abstracto aunque resulten imposibles en concreto y otras que uno no comparte. Porque nadie niega que la amnistía sea opinable y que el texto legal concreto y la forma en la que se está tramitando puedan ser discutibles. Lo que negaban era que fuera legítima la amnistía en sí. Derrota sin paliativos y enorme ridículo escénico.
Lo que diga la Comisión de Venecia sobre la amnistía es un dato bastante irrelevante, sí. Pero también lo era cuando el PP (poli-medi) simularon que la Europa democrática encarnada en la Comisión de Venecia visitaba España para proteger nuestra democracia del escandaloso ataque que suponía la amnistía. La Comisión de Venecia es un grupo del Consejo de Europa (no de la UE) y las personas que visitaron España son distintos cargos políticos (de perfil casi unánime bastante conservador) que hará un informe no vinculante sobre una ley que se está tramitando en España. No es el Tribunal Constitucional ni el Tribunal de Justicia de la Unión Europea; ni siquiera es la Comisión Europea. Es un espacio político cuya opinión puede resultar interesante en función de cómo la argumenten, pero en ningún caso lo que digan es un dogma de fe. Sin embargo el PP (poli-medi) creó una enorme expectación como si Europa fuera a tumbar el ataque antidemocrático y nos hubiera salvado de la dictadura (ya era hora de que Europa viniera a salvarnos de la dictadura, por cierto, que cuando tuvo que hacerlo bien abandonaditos que nos tuvo).
El ridículo de la derecha político-mediática es importante. Y su intento por simular que en realidad la Comisión de Venecia (a la que, insisto, llamó el PP sin ninguna obligación) les viene a dar la razón es patético.
Salvo que…
Salvo que la conversión de Feijóo a posiciones más sensatas, esas que «la alta dirección del PP» comunicó a dieciséis medios de comunicación el 9 de febrero, le lleve a esta nueva posición: si el PP ahora está a favor de la amnistía, si el PP piensa que es un buen instrumento para recuperar el entendimiento y su único problema es que se deba tramitar como proyecto de ley, su reivindicación es que se pueda acordar el texto de la amnistía con el PP y que la tramitación parlamentaria pueda no ser por urgencia… si esa es la posición actual del PP, entonces sí, entonces la Comisión de Venecia les da la razón. Y, si esa es la posición del PP, el resto de fuerzas democráticas deberíamos intentar sentarnos con el PP e incluirlo en el diálogo para la amnistía, pues su inclusión sería buena para todos si es verdad que quiere resolver la situación. Feijóo debería aclarárnoslo a todos.