En general es bastante absurdo dejarse arrastrar por la tentación electoralista cuando llevamos cinco años en campaña electoral permanente. La mejor baza electoral de Pedro Sánchez es la autoridad presidencial pero a golpe de frivolidad da mucha más impresión de permanente candidato electoral que de Presidente del Gobierno.

En general no le sería aconsejable el electoralismo, pero en particular es absolutamente intolerable que el Presidente del Gobierno no actúe como tal sino como candidato electoral ante lo que está pasando en Cataluña. Si actuar con cabeza, con sentido de Estado y con responsabilidad le quita votos, mala suerte: haber evitado unas elecciones sabiendo que justo antes tendríamos sentencia sobre el procés. Ya ha sido una gravísima irresponsabilidad llevarnos caprichosamente a ubicar esta crisis en medio de una campaña electoral como para encima cometer la segunda irresponsabilidad de jugar a la captación de votos en vez de ejercer de Presidente del Gobierno en busca de parches primero y soluciones cuanto antes.

No existe ninguna justificación razonable al paripé de Pedro Sánchez negándose a coger el teléfono a Torra. Da igual la opinión que uno tenga sobre Torra. Si el presidente legal de la Comunidad Autónoma en la que España tiene el principal conflicto político, institucional y de orden público actual llama al Presidente del Gobierno, éste tiene la obligación de coger el teléfono como mínimo para saber qué quiere. Como mínimo.

No cabe siquiera el recurso a una impostada dignidad. Uno comparte que Torra está siendo un presidente calamitoso; no es en ningún caso un disparate pedirle responsabilidad ante el camino suicida por el que van las movilizaciones catalanas. Pero ¿alguien se imagina que Moncloa rechazara, por ejemplo, una llamada de Donald Trump, Boris Johnson o Vladimir Putin (por no mencionar a la familia real saudí, por ejemplo) con cualquiera de los múltiples argumentos dignos que habría para rechazarla? Evidentemente el Presidente del Gobierno se pondría al habla y haría muy bien porque es su obligación. Rechazar la llamada de Torra no es un gesto de dignidad sino una muestra de arrogancia que nunca se habría hecho ante un poderoso mandatario internacional.

El gesto aznarizante de Pedro Sánchez cortando la vía de diálogo con Torra para poder aparecer firme y digno en campaña electoral es un símbolo perfecto de la irresponsabilidad en la que estamos inmersos. No tienen derecho, nadie, a dejar que arda el país por mucho que en elecciones cueste más llamar a los bomberos. Y mucho menos si estamos en elecciones porque decidieron que a ellos les venía muy bien.