No quedan demasiadas esperanzas en que impere la razón y de la ronda de consultas de hoy y mañana salga un candidato con la investidura garantizada. Si alguien tuviera que apostar dinero, evidentemente lo haría pensando que el 10N habrá elecciones. Si alguien tuviera que hacer planes, también. Unas nuevas elecciones pueden resultar incluso tentadoras para no pocos partidos. Pero para el país puede ser un desastre no sólo por el riesgo de que gane el trío aznarista sino por la sensación no tanto de Estado fallido como de izquierda fallida, de estar en manos de unos irresponsables con los que es imposible ninguna solución sensata hasta que Casado, Rivera y Abascal se repartan nuestros derechos y libertades.
El PSOE ha demostrado querer elecciones. O, al menos, que desde julio le parece menos grave repetir elecciones que compartir gobierno con otros. Unidas Podemos seguramente no quiera elecciones, pero cometió un grave error de cálculo rechazando la propuesta de julio dando por hecho que así obtendría más: en todo caso también está supeditando los intereses generales al reparto de ministerios. Puede no ser el único cálculo en el que se equivoquen.
Según cuentan los medios no existen negociaciones hoy entre el PSOE y Unidas Podemos. Debe de ser una información veraz porque si existieran tendríamos tuits y fotos detallando los encuentros.
En esta situación Unidas Podemos debería hacer una jugada que, por una vez, conciliaría sus intereses de partido con (¡por fin!) los intereses generales: explicar que han intentado hasta el último momento un acuerdo de progreso que dé un gobierno estable al país pero que, ante la cerrazón del PSOE, anteponen los intereses de los españoles y darán la investidura a Pedro Sánchez sin acuerdo, esto es, pasando a la oposición inmediatamente después.
Esta opción ya ha sido rechazada públicamente por Pedro Sánchez y por Adriana Lastra, pero lo ha sido cuando era una hipótesis negada también por Unidas Podemos. Pero es exactamente lo que han pedido a PP y Ciudadanos que hicieran: si quien lo hace es Unidas Podemos no tendrían ningún argumento para, encima, quejarse. Si el PSOE rechazara ir a una investidura que tiene garantizada y prefiriera ir a elecciones, la dichosa batalla del relato estaría definitivamente decantada; si el PSOE aceptara una investidura en esas circunstancias, Unidas Podemos evitaría unas elecciones que podrían serle muy duras y tendría al PSOE en la necesidad de elegir si llegar a acuerdos legislativos y presupuestarios con UP o con la derecha: ahí, sí, UP tendría la posición de fuerza de la que carece por completo hoy y ninguna hipótesis hace que el resultado del 10N les fuera más favorable que una situación así.
Uno no se mete en política para defender los intereses de un partido como si fuera una iglesia de la religión verdadera sino para defender lo que considera que son los intereses generales. A la infinita mayoría de los españoles les dan igual los intereses de partido y quién pone o no ministerios en el Gobierno. Sin embargo las direcciones de PSOE y UP han decidido ni siquiera disimular que anteponen los intereses privados al clamor general. A estas alturas uno no va a pensar que va a cambiar nada, pero sí cabe una (escasa) esperanza de que, si en el alto mando de Unidas Podemos se unen la racionalidad a esos intereses privados, evitarán la repetición de unas elecciones en las que se pueden llevar sorpresas y ninguna favorable a esos intereses propios (ni a los intereses generales, aunque no cuenten en la decisión).
Si no lo hacen por el evidente interés general, que lo hagan por la pequeñita miopía particular. Una investidura gratis para Pedro Sánchez supondría un gobierno carísimo para el PSOE que se cobrarían las propuestas políticas y el protagonismo parlamentario de Unidas Podemos. Es el único salto con red que pueden dar.