No hay nada menos liberal que la apropiación de las instituciones públicas por una parte. Un presidente de la Asamblea de Madrid, cuando ejerce de presidente, lo es de toda la Asamblea de Madrid y tiene que defender su dignidad y su correcto funcionamiento de acuerdo con la legalidad, no sometiéndola arbitrariamente a los intereses de su partido. Tan es así que incluso escénicamente los miembros de la Mesa no aplauden en los debates, como si fueran neutrales, y si va a intervenir en alguno, se baja antes al patio de butacas para diferenciar al diputado de partido del gobierno de toda la Asamblea.
El presidente de la Asamblea de Madrid, de Ciudadanos, ha hecho todo lo contrario. Ayer hizo una pirueta para retorcer el Reglamento de la Asamblea de Madrid convocó un pleno de investidura sin candidato pese a que era posible designar un candidato (de hecho, dos) por una única razón: era lo que le convenía a Ciudadanos, muy especialmente si son ciertas las informaciones de ayer de varias periodistas según las cuales hay una quiebra interna muy intensa en Ciudadanos Madrid por la oposición a convertirse en una corriente de PP-Vox.
El Reglamento de la Asamblea de Madrid permite un pleno sin candidato cuando no es posible nombrar un candidato para evitar que, si nadie quiere presentarse y dado que no se le puede obligar a nadie, empiece la cuenta atrás hasta nuevas elecciones. Es lo que sucedió cuando el tamayazo (como no existía esta modalidad de pleno la Asamblea y el Consejo de Estado retorcieron la legalidad pero esta vez en beneficio y con acuerdo de todos para evitar un colapso institucional).
Pero ayer había dos candidatos que querían someter su investidura al Pleno: el candidato del partido más votado el 26 de mayo, Ángel Gabilondo (que contaba de entrada con 64 votos a favor) y la segunda, Isabel Díaz Ayuso (con 56 votos, los del PP azul y los del PP naranja). Ahí sí cabe la discrecionalidad del presidente de la Asamblea que podría haber hecho una pirueta criticable pero seguramente legal y proponer como candidata a quien tiene menos apoyos haciendo el cálculo de que Ciudadanos y Vox mienten y se pondrán de acuerdo. Lo que no cabía era decir que el presidente no había podido presentar un candidato porque evidentemente sí podía.
La interpretación que hace imposible presentar la candidatura es casi peor. Lo que hace la ronda de contactos con portavoces de los grupos es tantear su opinión sobre qué votarán los diputados una semana después. Pero se supone que el parlamentarismo es vivo, que (según esa Constitución tan sagrada cuando hablamos de reyes y fronteras) los diputados no tenemos mandato imperativo (que el portavoz de un grupo exprese su opinión no determina qué van a votar cada uno de sus diputados, que votaremos lo que tengamos a bien) y que incluso los debates parlamentarios sirven para algo y podría haber cambios de opinión en función de ellos. Así que la ronda de contactos sirve para ver si hay alguien que se ofrezca como candidato y, si hay varios, para intuir cuál de ellos tiene más posibilidades de ganar una votación.
Lo que en ningún caso puede hacer el presidente de la Asamblea es decretar cuál va a ser el resultado del debate y votación parlamentaria. Eso es un desprecio a la Asamblea, a cada uno de los diputados y a la democracia representativa. Sólo es imposible presentar un candidato exitoso (condición que en ningún caso exige la ley pero que parece haberse inventado el presidente de la Asamblea) si anunciamos que el pleno es un mero paripé teatral para salir en la tele, que los diputados somos monigotes y que todo es una ficción porque el resultado de la investidura ya está decidido pero se juega al escondite para evitar fotos desagradables. Que no digo yo que no sea así, que seguramente el presidente de la Asamblea, siendo de Ciudadanos, sepa mejor que yo cómo está actuando su partido; pero que debería disimular un poco.