Genera hoy cierta sonrisa recordar que, a falta de argumentos sustantivos, los críticos con Madrid Central explicaron que había sido una medida improvisada. Daba igual que fuera el resultado de un proceso de dos años, de conversaciones, audiencias, alegaciones, reformas… Hoy, menos de un mes después de la elección de Almeida y su escolta, Begoña Villacís con los votos de Vox, el Ayuntamiento de Madrid vuelve a principios de siglo.
La chapuza que ponen en marcha PP, Ciudadanos y Vox es tal que desde hoy podemos ir en coche sin restricción alguna por la calle Huertas, por Embajadores, por la calle Mayor… Es decir, Almeida no sólo desmonta las medidas anti contaminación de Manuela Carmena sino incluso las de Ana Botella y Alberto Ruiz-Gallardón. La razón es comprensible: o bien se hacía una chapuza grosera como la barra libre al coche que comienza hoy o se tardaba bastantes meses en una nueva ordenanza elaborada según procedimiento, con alegaciones, debate, votación en pleno… Vamos, con los procedimientos de un ayuntamiento democrático.
¿Por qué Almeida y Villacís no se podían permitir eso? Porque habría sido imposible. Apenas unos meses de Madrid Central ya han convertido en absolutamente normal la lógica de que al centro de Madrid no se va en coche. De hecho la reducción del tráfico se ha expandido a toda la ciudad porque el efecto de la medida de Manuela Carmena es más pedagógico y cultural que normativo. ¿Se imagina alguien que hoy se quisiera quitar la norma que prohibe fumar en bares y restaurantes? Pues una chaladura parecida habría sido quitar Madrid Central tras un par de años de plena normalidad y mejora de la ciudad: han sido sólo unos meses y la movilización del sábado demuestra que los madrileños entendemos mucho mejor las medidas anti contaminación que la improvisación revanchista y sectaria de Almeida y Villacís. De hecho supongo que Almeida y Villacís cuentan con que, además de que en julio y agosto el tráfico es mucho menor, los madrileños estamos muy por delante de esta pareja y hemos incorporado ya a nuestra cultura de movilidad un mayor uso del transporte público pese al maltrato que sufre.
La aberración es tal que creo que la mejor movilización posible sería simular que nos tomamos en serio los disparates de PP, Ciudadanos y Vox. ¿Y si, en ejercicio de La Libertad (que es como nuestra derecha llama a la irracionalidad y a la ley de la selva), miles y miles de madrileños cogiéramos el coche un día concreto a las 19h y recorriéramos al tiempo la calle Mayor, la Gran Vía… o cualquiera de las calles que ahora se someterán al disparate aprobado?
Por supuesto que una movilización así no sería una alegre defensa de la «libertad» sino una constatación del colapso al que lleva la barbaridad que hoy comienza en Madrid. Pero igual lo mejor es, efectivamente, explicárselo con hechos.