Dentro de dos semanas se cumple un año desde que Cristina Cifuentes se enteró de que la habían pillado en lo del máster. Los demás nos enteramos al día siguiente, el 21 de marzo de 2018. Cristina Cifuentes se agarró de forma patológica a una mentira que se caía a cachos pero sobre la que escalaba con nuevas mentiras cada vez más disparatadas.
En el mes y pico que pasó desde el 21 de marzo de 2018 hasta la dimisión de Cristina Cifuentes desarrollé una fascinación por el personaje. La interpretación de sus mentiras era absolutamente convincente. No las mentiras, que eran obvias y tardaban cinco minutos en desmontarse, no: lo convincente era su interpretación. Absolutamente fascinante: nunca he descartado del todo que ella realmente se creyera que había hecho el máster, los trabajos, que un día fue a leer un trabajo de fin de máster, que lo perdió en una mudanza… Aunque todo eso no llegara a suceder jamás ella lo contaba con la convicción de quien está segura de que se le aparece la virgen en El Escorial tras una hora mirando al Sol.
Una noche estaba hablando con unos amigos y les comentaba esta fascinación: cómo Cifuentes interpretaba con entusiasmo insuperable una historia fantástica, cómo forzaba a todos sus diputados y consejeros a hacer como que creían la nueva versión que sustituía a la del día anterior, desmontada inmediatamente. Y recordé esa vieja leyenda urbana que llevaba circulando por Madrid desde hacía muchos años. «Por primera vez, me creo eso de que es cleptómana: me recuerda a Chus Lampreave en Bajarse al moro, que explicaba absolutamente convencida que no había robado las decenas de baberos, mecheros, etc que llevaba en el bolso sino que los había comprado en una oferta buenísima porque los necesitaba». Recuerdo esa conversación porque a la mañana siguiente la cloacaweb, OKDiario, publicó el vídeo de las cremas que el PP había conservado durante años hasta que lo sacó para hacer dimitir a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y machacar a la persona Cristina Cifuentes.
Al día siguiente ella dimitió y yo dejé de seguir a Cristina Cifuentes en redes sociales, algo irrelevante pero con lo que pretendía decirme que políticamente Cifuentes ya era irrelevante y personalmente ya sólo era una persona que necesitaba ayuda.
Cuando la semana pasada se supo que la fiscalía pide tres años y tres meses de cárcel por la falsificación del acta que exhibió (el resto de delitos ha quedado impune por culpa del Supremo), la actual candidata del PP a la Comunidad de Madrid usó el asesinato de un niño para mentir en una comparación asquerosa, pero dijo una cosa que era verdad: que Cifuentes había sufrido un ataque personal brutal. No puede calificarse de otra manera la conservación durante años de ese vídeo para sacarlo en el momento de hundir a la persona. Pero ese ataque mafioso lo hizo el partido por el que Isabel Díaz Ayuso es candidata a través de la web en la que ayer inició ella un video blog: extraña solidaridad con su amiga.
Hoy viene Cifuentes a la Asamblea de Madrid a responder sobre el Caso Máster. No era nuestra prioridad. Nosotros queríamos traer a Pablo Casado porque es el único de este grupo de jetas que no ha abandonado la política. Pero el chalaneo entre PP y PSOE nos ha impedido (algún día se sabrá a cambio de qué) investigar como merece un caso que ha hecho polvo el prestigio de nuestra Universidad, que exhibe el ataque desde la política a la autonomía universitaria y que es una faceta cutre de la corrupción y la sensación de impunidad que ha regido en la política madrileña. De ahí emerge Pablo Casado, a quien sólo su aforamiento, una interpretación jurídica sui generis del Supremo (que no ha desmentido el auto judicial que evidencia que él hizo trampas exactamente igual que Cifuentes salvo en la exhibición del acta) y la complicidad del PSOE, mantienen alejado de la responsabilidad por su fraude.
Al PP y al PSOE no les importaba traer sólo un juguete roto al que seguir sacudiendo, pero han decidido salvar al fraude con patas que preside el Partido Popular.
Cifuentes merecería solidaridad humana una vez se aclare y responda por el fraude en el que participó, del que se benefició. Pero se hace un poco cuesta arriba cuando a día de hoy no ha retirado su querella contra los periodistas que hicieron su trabajo destapando el fraude cometido por la presidenta autonómica. Cristina Cifuentes sigue pidiendo hoy la condena para los periodistas por delitos que suponen cinco años de cárcel.