Igual que no hace falta compartir lo que dice un periodista para defender su libertad de expresión, no hace falta defender a un gobierno concreto para rechazar vías de acceso al poder que huyen de las urnas y lo apuestan todo al dictado de Donald Trump. Me resulta bastante estéril pelear sobre si es o no un golpe de Estado aunque cabrían pocas dudas, especialmente en un país cuyos opinadores han usado con tanta ligereza el concepto. La clave es si lo que está pasando en Venezuela ayuda a la convivencia, a la paz y a una solución democrática. Y resulta obvio que no, que a lo que más acerca es a un conflicto civil que podría estar demasiado cerca.
Desde hace tiempo en Venezuela no se han hecho las cosas bien. Por muchas razones, algunas muy comprensibles. Son obvias las carencias económicas, pero también las democráticas y las dificultades para una convivencia en la que las dos venezuelas se reconocieran mutuamente y sometieran las diferencias a las urnas en primer lugar y a la Constitución. Es absurdo denominar a Venezuela dictadura (con ese término en España sí somos más rígidos y apelamos al insulto a las víctimas de nuestra dictadura cuando se usa con ligereza ¿verdad?) pero es evidente que ha habido retrocesos graves que impiden hablar de una situación democrática en Venezuela: aunque casi nunca lo recordemos, entre la democracia y la dictadura existe toda una gama de grises, no sólo en Venezuela.
Pero los problemas de Venezuela, ni los de ningún país, se resolverán nunca mediante la decisión caprichosa de Donald Trump, convertido en un Calígula, que vaya nombrando cónsules por el mundo. Ni aunque Donald Trump designara un gobierno alternativo a la tiranía saudí (algo impensable porque todos los obsesionados con Venezuela apoyan a la dictadura más feroz que hay hoy en el mundo) debería ser apoyado porque eso no sirve para nada bueno.
Ayer hubo una concentración en la Puerta del Sol de la oposición venezolana. Allá fue Pablo Casado y demostró lo que le importa Venezuela: cogió el micro y lo usó para decir que había que votar a Martínez Almeida en las elecciones municipales de Madrid, seguramente porque Manuela Carmena se parece mucho a Nicolás Maduro: aproximadamente como Churchill a Casado.
Es obvio que no tienen ningún interés en la democracia, la paz ni la convivencia en otros países ni Albert Rivera ni Pablo Casado ni nadie de quienes ayer se apresuraron a vociferar la necesidad de que el gobierno español se adhiera a la política exterior de Trump y Bolsonaro. Por eso insultan tanto a Zapatero, que está siendo una de las personas que más ha intentado ayudar a solucionar la situación venezolana y precisamente por ello se ha llevado tantísimos golpes. El ejemplo saudí y su protección de cargos políticos españoles sobornados por aquella dictadura es tan obvio que oculta su silencio con todas las violaciones de derechos humanos que suceden en el mundo. ¿A qué otra concentración sobre política internacional ha ido Pablo Casado? ¿Alguna vez Rivera o Casado han protestado por Guantánamo, por el Sáhara, por Palestina, por Polonia? ¿Qué opinan sobre Bolsonaro?
Venezuela siempre vuelve, pero en realidad nunca hablan de Venezuela. Venezuela les da igual. Si mañana hay un reguero de sangre… beberán de él encantados.