De entre las reacciones por la llegada de Vox, una que hemos tenido mucha gente es cierta resignación más o menos aliviada: pues mira, ya están aquí, como en todo el mundo. Nos habíamos hecho mil análisis explicando la rareza de carecer en España de la extrema derecha que está creciendo en toda Europa (menos Portugal) y en grandes países del mundo: que si el 15M y Podemos habían vacunado a España de este virus, que si en España no necesitábamos odiar a los inmigrantes porque ya odiábamos a los catalanes… Ya no hace falta preguntárnoslo más: se acabó la rareza y cuando haya nuevas encuestas sobre toda España lo constataremos mucho más.
Pero la irrupción de Vox sigue arrojando rarezas en nuestra derecha básicamente inéditas en la Europa occidental.
Por un lado, el propio programa y discurso de Vox no es exactamente homologable al de Marine Le Pen y otras extremas derechas análogas. En Europa (y en Estados Unidos) la extrema derecha es antielitista y antineoliberal y no excesivamente rancia en aspectos morales (recordemos, por ejemplo, a Pim Fortuyn, el líder xenófobo holandés que fue asesinado y que no tenía ningún problema con su homosexualidad). Los ultras europeos se parecen, en eso, a los fascismos de los años 30, que eran modernos, laicos e inteligentes, antielitistas y con un componente social importante. Vox, en esto, se parece mucho más a lo que fue el segundo franquismo español, tecnócrata y opusino: sus propuestas económicas son más neoliberales que las del PP, sin una sola propuesta de carácter social conocida, nunca critican a las élites políticas ni económicas (empezando por el rey, cuya defensa aparece en el tercero de los cien puntos programáticos de Vox) y se anclan sin ninguna duda en la versión más rancia del catolicismo español, en defensa de la «familia natural» (sic) y con propuestas claramente machistas y homófobas.
La diferencia más preocupante, con todo, no se encuentra en Vox sino en el resto de la derecha española. Al conocer el resultado andaluz, el líder de los «liberales» europeos felicitó a su referente español, Ciudadanos, «sin embargo, el éxito de la extrema derecha debería preocuparnos a todos. Habrá una batalla por el alma de Europa en los comicios europeos de mayo«. La derecha europea occidental no ha tenido dudas en introducir un cordón sanitario frente a la extrema derecha. Ni Macron, ni Chirac ni incluso Sarkozy coquetearon con el Frente Nacional (aunque alimentaran sus ideas); ni Merkel encuentra ninguna prioridad política que no sea una clarísima línea de separación frente a Alternativa por Alemania. En cambio, en España, PP y Ciudadanos en ningún caso se niegan a ir de la mano de Vox y sonroja escuchar a Albert Rivera contestar patéticamente que «no soy analista político» cuando le preguntan qué es Vox.
Teníamos camuflada la caja de Pandora. Y de repente ha salido a la luz, la hemos abierto y ya están los monstruos entre nosotros. Y lo más terrible es que aquí tenemos a demasiados prometeos que, en vez de buscar la esperanza en el fondo de la caja, se ponen a bailar con los monstruos liberados.