Hace un par de décadas dos físicos (Alan Sokal y Jean Bricmont) publicaron un libro muy conocido titulado «Imposturas intelectuales». En él trataban de denunciar el uso espurio de metáforas científicas complejas por parte de filósofos, sociólogos… El problema, decían Sokal y Bricmont, no es usar metáforas científicas o del tipo que sean; el problema es que una metáfora se usa para hacer más sencillo y comprensible algo difícil de explicar, pero cuando la metáfora es mucho más compleja que lo que pretende explicar y además no tiene nada que ver con lo que se está contando, muchas veces no se trata más que de enmarañar la explicación para que no se entienda nada. El problema, decían, es cuando la apelación a la ciencia no es más que una pedantería que, lejos de explicar, intenta desviar la atención sobre el argumento de fondo.
A raíz del interrogatorio a José María Aznar, uno de tantos intelectuales fundadores de Ciudadanos y agitadores del odio fanático y simplista escribió: «Aznar se equivocó con Rufián. A Rufián hay que contestarle en sede parlamentaria diciéndole: «La polla, mariconazo, cómo prefieres comérmela: ¿de un golpe o por tiempos?»». La viril memez era marca de la casa con un tono algo elevado quizás por la querencia visceral del caballero a defender a corruptos o quizás porque últimamente recibía menos casito que otros bravos pensadores de su entorno.
El caso es que en la propia redacción de su periódico mucha gente protestó por esta profunda reflexión de nuestro intelectual liberal. Así que ayer nos explicó que no hemos entendido nada: «Ayer llegó a casa el último libro de Julian Baggini Breve historia de la verdad. Empecé a hojearlo y en sus primeras páginas venía la célebre sentencia de Alfred Tarski: «Toda proposición ‘P’ es verdad si y solo si P es verdad». Baggini continua, aclarándola con el propio ejemplo de Tarski: «Por ejemplo: ‘La nieve es blanca’ si y solo si la nieve es blanca. (…) ‘P’ entre comillas es un afirmación lingüística, mientras que P sin comillas es una verdad sobre el mundo».
Esto lo usaba para explicar lo del mariconazo y la comida de polla en uno o varios tiempos. El intelectual explicaba que no es lo mismo decir que Aznar tenía que haber dicho que Rufián es un mariconazo que decir «Rufián es un mariconazo». Esto no tiene nada que ver con Tarski, lógico polaco que reflexionó sobre la relación entre la verdad en el mundo real y el valor de verdad lógico. Doy por hecho que la infinita mayoría de lectores de este señor no habían oído hablar de Tarski en su vida (no tienen por qué) y tampoco habrán reflexionado demasiado sobre el sentido de la verdad en la lógica de enunciados; como casi ninguno hemos reflexionado sobre el número de tacos que debe tener una bota de fútbol para césped artificial. Así que no faltaría quien confiara en el intelectual liberal y pensara: ah, joder, lo que escribió este tipo no es una mamarrachada infame propia de un imbécil homófobo que busca casito entre sus sostres y sus dragós, sino que yo no lo entiendo porque no leo textos filosóficos sobre la verdad.
Nuestro intelectual no quería explicarse: lo que quería era decir que el emperador no está desnudo, que él no está simplemente intentando provocar por provocar: algo muy distinto de pensar libremente y exponer las ideas aunque éstas vayan a ser incómodas. Decir o escribir algo no porque uno lo piense sino porque sabe que así va a escandalizar es tan imbécil como decir o escribir algo no porque uno lo piense sino porque sabe que eso es lo que hay que decir. Eso sí, en ambos casos puede ser imbécil pero muy rentable.
No hace falta comprender que Tarski no estaba invitado a la fiesta de Arcadi para ser muy consciente de que las imbecilidades que cacarea una recua de librepensadores políticamente incorrectos sin complejos no tienen ningún contenido intelectualmente rescatable más allá del uso generoso de palabras esdrújulas. Nuestros autoproclamados liberales son mucho más pedantes que inteligentes. Los sastres que dijeron a aquel emperador que quien no viera su traje era imbécil no eran unos genios, eran unos estafadores; quien sí era inteligente y pensaba con libertad era la niña que alertó sin complejos de que el emperador estaba desnudo.