Ciudadanos llegó a la política para regenerarla. Bueno y para combatir el nacionalismo y el populismo, que, como el infierno, son los otros. Entró en ayuntamientos, comunidades y en el Congreso. Y en todos, si estuvo en su mano, apoyó al partido que llevara gobernando lustros bajo la condición de que tuviera gravísimos y numerosos casos de corrupción a sus espaldas. Así, en Andalucía apoyó al PSOE de los EREs y en Madrid al PP de la Púnica y Lezo. Si hubiera tenido los votos suficientes habría hecho alcaldesa de Madrid a Esperanza Aguirre y de Valencia a Rita Barberá. Si hubiera podido habría mantenido al PP en los gobiernos del País Valenciano y de Baleares. Si por Ciudadanos fuera, seguiríamos gobernados por Rajoy dijeran los jueces lo que dijeran.
Ciudadanos ha tenido la virtud de escenificar un enfado sistemático mientras apoyan todas las decisiones importantes del gobierno de turno. Ha llegado a decir (con mucha solemnidad, cómo no) que no nos precipitáramos e investigásemos si Cifuentes había hecho su «máster» o no.
El teatro de Ciudadanos era extremadamente previsible. Era evidente que unos pocos meses antes de las elecciones se haría el ofendidísimo, escenificaría una ruptura de la servidumbre que ha mantenido durante toda la legislatura y nos contaría lo dignos que son.
Ayer, al tiempo, Ciudadanos simuló un ultimátum a Susana Díaz en Andalucía y otro al PP en la Comunidad de Madrid.
En el caso andaluz el bochorno es tal que todo el mundo (incluso los medios que suelen apoyar cualquier disparate de Albert Rivera) dan por evidente que la ruptura entre el PSOE y Ciudadanos es una escenificación acordada entre ambos por interés electoral compartido.
En el caso madrileño el paripé consiste en exigir la gratuidad de la enseñanza de 0 a 3 años (eso sí: exigiendo que ello se haga mediante una red de escuelas infantiles privadas y concertadas que pagáramos todos, seguramente por la libertad ideológica o alguna barbaridad así) tras tres años votando con el PP en contra de las propuestas de Podemos de abaratar las escuelas infantiles. El paripé pasa por tomar por imbéciles a los padres y madres madrileños.
El teatro de Ciudadanos es de una obscenidad insultante. Por mucho apoyo mediático del que gocen sus altivas simplezas no pueden pensar que los españoles, los andaluces, los madrileños… son tan idiotas, que no se han enterado de lo que ha pasado en estos años.
Cuando intentaron mantener al PP de la Gürtel en Moncloa cavaron la tumba de sus paripés.