«Hay que intentarlo todo para evitar nuevas elecciones». Esa fue la frase con la que Albert Rivera justificó haber engañado a sus votantes prometiéndoles que no darían sus votos a Pedro Sánchez ni a Rajoy. Evitar nuevas elecciones justificaba sus mentiras, justificaba mantener en el poder a un partido estructuralmente corrupto como el PP de Rajoy. Todo fuera por evitar elecciones.
En esto llegó Murcia. Y Ciudadanos, como siempre, se hizo un ratito el digno. Pero hacerse el digno con Rajoy sirve de bastante poco: no hay montón de mierda en el que Rajoy no esté dispuesto a revolcarse con tal de no moverse del sitio. Así que, de nuevo, Ciudadanos hizo el ridículo simulando ser un partido que lucha contra la corrupción. Y ahora en Murcia en vez de huir de otras elecciones como de la peste lo único que les vale es convocar unas nuevas elecciones.
A poco que se ponga la lupa sobre el supuesto papel de regeneracionista de Ciudadanos la imagen es patética: da igual que se ponga la lupa en el Congreso de los Diputados (donde tras cada tremenda ofensa reiteran que votarán los presupuestos de Rajoy), en Andalucía, Madrid, Murcia (donde sostienen a los partidos que llevan años nadando en corrupción) o en Alcorcón (donde se hacen los indignados con el alcalde homófobo, machista y autoritario pero se niegan a dar el paso de la moción de censura).
Es ya demasiado evidente que Ciudadanos no ha venido a la política a regenerarla: el único eje vertebrador de toda su política de alianzas es intentar evitar que Podemos (las fuerzas del cambio en general) consigan influencia real para lograr cambios políticos y sociales. No cabe ya ninguna duda de que si Ciudadanos pudiera gobernaría Esperanza Aguirre en Madrid, Rita Barberá habría mantenido su alcaldía valenciana hasta la muerte y el PP seguiría tapando el lodazal valenciano desde su gobierno. Todo eso no pasa porque a Ciudadanos no le dan los votos.
El papel que Ciudadanos ha decidido tener no es ninguna buena noticia para nuestro país. A España le vendría bien una derecha decente y moderna que realmente apostase por la regeneración del país desde unas posiciones que responden a los intereses e ideas de una parte realmente existentes de los españoles. Pero ha renunciado a serlo y ha optado por ser el recogedor de los votos de los partidos corruptos para ayudarles a maquillarse. Cuando termine el barnizado Ciudadanos será perfectamente inútil.
Curiosamente, pretendiendo hacer de sostén a los partidos viejos, lo que Ciudadanos está consiguiendo es dar la exclusiva de ese papel regeneracionista a las fuerzas del cambio encabezadas por Podemos. A lo mejor esa es su gran contribución a un país limpio: encauzar hacia Podemos todos los votos que lo deseen.
Con toda la lejanía ideológica, UPyD era un partido que sí cubría esa función. No se le puede negar su firme oposición a tinglados corruptos e incluso mafiosos y fue una pena que su desaparición política acarrease su salida, por ejemplo, del caso Bankia.
La diferencia entre UPyD y Ciudadanos es una de las explicaciones por las que se primó a Ciudadanos y se dejó caer a UPyD: compartía con Ciudadanos la ideología nacionalista y económicamente liberal pero UPyD apostaba por regenerar el país mientras Ciudadanos apuesta sólo por frenar a Podemos y en todo caso por regenerar al PP y al PSOE más cercano al PP. La miopía de nuestra fracasada oligarquía no entendió que una derecha regeneracionista era mucho más funcional que una que sólo dé un poco de tiempo lo más corrupto del país.
Pobre papel el que han reservado para Ciudadanos. Tan pobre como el futuro que le tienen escrito.