El año pasado participé en un debate en una universidad madrileña cuyo título era algo así como «¿Rastas o corbatas?» y versaba sobre las nuevas formas políticas (y también estétitcas) que había incorporado Podemos con su entrada a las instituciones políticas.
Recuerdo que se me preguntó si nuestra apuesta por no ir a los parlamentos disfrazados sino como más cómodos nos sintamos trabajando no era una cierta forma de falta de respeto a las instituciones. Por un lado contesté que las instituciones merecían una buena dosis de desacralización, que el boato que hace que Bono se ofendiera porque Miguel Sebastián no llevara corbata responde más a la conversión de la política en una farsa que a la solemnidad democrática. Pero por otro lado aquel debate coincidía con las bochornosas sesiones de control al gobierno de Rajoy a las que el gobierno se negaba a acudir, con lo que era muy fácil recordar que eran precisamente esos señores tan formales, supuestamente educadísimos y que caminan por la moqueta con la soltura de un diputado de Podemos por la calle Argumosa quienes violentaban el juego institucional continuamente.
He recordado aquel debate estos días por una intervención de nuevo infame por parte de un consejero de Cifuentes achacando a Podemos una mentira publicada como si fuera verdad por la web de Eduardo Inda. En este caso la basura del consejero consistía en decir que Podemos había organizado una campaña en redes pidiendo «que se mueran los viejos«. En otros plenos se dijeron barbaridades aún mayores y con la misma excusa: «Mire, yo no tengo ni idea, pero está publicado«.
Por supuesto la diputada del PP que se sienta en el sillón que corresponde a la presidenta de la Asamblea de Madrid amparó, como siempre, la basura vertida por su partido. Ella, que quitó, por ejemplo, del diario de sesiones frases obvias como «si la Comunidad de Madrid sigue contratando con empresas de la Púnica o el PP sigue robando o está mal hecha la legislación de contratación» ante la amenaza de un diputado del PP: «Si tienes cojones, dínoslo en la calle«.
Argumenta el PP para defender su paseo por el lodozal que nosotros también somos muy duros. Y es verdad: lo somos. Hemos señalado que el mismo consejero de Cifuentes que se apoyaba en las mentiras de Inda era el tesorero del PP de Madrid (el Bárcenas autonómico) en la época en la que según los jueces se estaba financiando ilegalmente; hemos recordado que según Marjaliza (el hombre que tejió la Púnica junto a Granados) otro consejero de Cifuentes (a quien Cifuetnes puso en su gestora, luego en su ejecutiva regional y también en la ejecutiva de Rajoy por la cuota madrileña) era quien «mangoneaba los contratos«. Hemos recordado que en Madrid gobierna el único partido imputado por corrupción de nuestro país. Y muchas cosas más porque hay tantísimo que decir.
La diferencia es que todo ello lo decimos amparados en autos e investigaciones judiciales que llevan en marcha lustros y que suman evidencias difíciles de negar sin esbozar una sonrisilla.
Porque si quisiéramos verter mierda con la excusa de «está publicado» como hace el PP, también podríamos. Podríamos decir (sabiendo que es mentira, como hace el PP, pero que está publicado) que el marido de Cifuentes está en búsqueda y captura; o que ella misma fue expulsada de un colegio mayor porque era cleptómana. Si rebajáramos al nivel rastrero al que han decidido bajar los diputados y consejeros del PP de Cifuentes (incluida ella misma, que también suelta de vez en cuando la retahila que incluye el invento de todo tipo de crímenes por parte de gente de Podemos) nos habríamos ensañado llamando acosador al portavoz de su grupo parlamentario, dado que otra diputada del PP le ha puesto una denuncia por acoso, razón por la cual el gobierno de Cifuentes no tiene hoy la mayoría parlamentaria de hace unos meses. Por supuesto estaríamos señalando continuamente que un diputado del PP sea padre de quien está en los juzgados por usar los gobiernos del PP para saquear la vivienda pública madrileña y darla a fondos buitre…
Algunas de estas noticias SON MENTIRA. Otras simplemente no pertenecen a la crítica política. Y alguna otra es extremadamente delicada como para arrojarla salvo que tuviéramos tan poca decencia política como exhibe el PP. Pero todo ello lo habríamos usado en el pleno de la Asamblea de Madrid si tuviésemos tan poco respeto por las instituciones como tiene el PP de Cifuentes. O quizás, quién sabe, si como les sucede a ellos, tuviéramos que agarrarnos a inventos para situar a los otros en nuestro nivel de delincuencia y saqueo.
Sea por lo que sea, aunque las elegantísimas corbatas simulen postín institucional, es el PP (y alguna que otra vez su muletita naranja, pero sin tanta capacidad artística) quien rebaja el nivel del parlamentarismo al de la taberna del más zafio reality show.
Nos queda tanto por aprender que nos puede la pereza: mejor mantenernos lejos de tan extraña cortesía parlamentaria.