Que ETA anuncie su completo desarme es una buena noticia, pero es bastante irrelevante. ETA dejó de existir a todos los efectos (importantes) hace cinco años cuando se hizo innegable que nunca más volvería a usar sus armas siquiera como amenaza.
A partir de ahí la reiterada necesidad de desarme y disolución no pasaba de ser meramente simbólica dado que el problema de la existencia de ETA y de sus armas era que existía y las usaba para matar, secuestrar y aterrorizar. A efectos políticos el fin de ETA está amortizadísimo.
Haber simulado que lo importante fueran los pasos simbólicos de deshacerse de unas armas que nunca iban a volver a usar o que ahora se pida una especie de escritura de disolución es una impostura que sólo sirve para evitar dar pasos hacia la normalización de la política penitenciaria y de la política civil. Y no dar esos pasos perjudica, sobre todo, a España como país que quiera ser lo más democrático y garante de los derechos humanos posible. De hecho, si se quiere pedir pasos, mucho más importante que esa entrega de armas felizmente estériles o esa teatralización de la disolución serían pasos hacia las víctimas de sus crímenes que ayuden a la reparación y al conocimiento de la verdad. Una petición de perdón, por ejemplo, sería mucho más relevante en términos morales y políticos que el anuncio de hoy.
Hace años que los gobiernos españoles tenían que haber revertido las políticas de excepción que amparaban en la existencia de ETA. No tiene ningún sentido que siga habiendo presos que no estén en la cárcel que elijan (como cualquier otro criminal encarcelado) ni que no se les aplique una política penitenciaria ordinaria: un asesinato de ETA merece el castigo que merece cualquier asesinato, no menos, tampoco más. Como no tiene sentido que hace tres meses el Gobierno presumiera de haber frustrado con varias detenciones una noticia positiva como la que tenemos hoy y que, en teoría, el gobierno lleva cinco años exigiendo.
Bienvenidos sean los pasos que nos recuerden que una organización que causó tanto sufrimiento injusto es Historia, que felizmente superamos una parte tan oscura de nuestra Historia. Y, como ciudadano español que quiere a su país, ojalá éste empiece por fin a demostrar su altura: desmantelando todas las medidas de excepción, que siempre son una anomalía democrática, y reconociendo y respetando a todas las víctimas de graves violaciones de derechos humanos. Incluidas las víctimas de ETA, a quienes tanto se ha querido manipular para usarlas de forma partidista (atacando cruelmente a aquellas que no se dejaran instrumentalizar) y a aquellas otras víctimas de graves crímenes que han sido excluidas de políticas de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición: desde las víctimas de la dictadura a las víctimas de los crímenes cometidos en nombre del Estado sobre las que hoy mismo hemos comprobado que todavía nuestro Estado no está a la altura.