Desde hace unos meses Cifuentes ha volcado la autopromoción en su candidatura a la presidencia del PP de Madrid. Para ello ha hecho tres o cuatro entrevistas al día y ha recorrido la Comunidad de Madrid hasta el punto de mover el día y el lugar de la celebración del Consejo de Gobierno para acondicionarla a sus intereses internos en el partido: la Comunidad de Madrid es suya y hace con sus instituciones lo que quiere.
Su campaña tuvo dos fases: una intentando que se inscribiera cualquier bípedo que hubiera estado afiliado al PP de Madrid («incluso AP») en cualquier momento. Ese Partido Popular de los 800.000 afiliados contaba que sólo en Madrid tenía casi 95.000: sólo hace dos meses la propaganda del partido presumía de que «desde que se constituyó la gestora del partido en Madrid, hace once meses, se han incorporado 1.421 afiliados, por lo que el total de militantes en la región suman 94.499». Lo único que importaba era la participación, dado que han conseguido silenciar por completo al otro candidato.
La mucha afiliación tenía valor probatorio en enero de 2017: «Para la presidenta de la gestora, la incorporación de nuevos militantes «es la mejor muestra» de que el partido está «recuperando la credibilidad y la confianza de los madrileños».»
Si lo que valía en enero vale en marzo, debemos concluir que los escasos 6.944 votos que ha obtenido Cristina Cifuentes en su «histórica» votación deben de probar la ausencia de credibilidad y de confianza de los madrileños en Cifuentes.
Con ese número de votos Cifuentes no habría salido elegida entre los 34 consejeros de Podemos Comunidad de Madrid y eso siendo el PP en Madrid el partido que (todavía) gobierna en la nación, en la Comunidad y en muchísimos municipios: eso supone que miles de madrileños trabajan puestos a dedo por el PP… y que muy pocos más que esos se sienten parte del PP.
La escasísima participación demuestra dos cosas. Que todos los números que ha dado el PP (estatal y madrileño) sobre su afiliación han sido tan falsos como los de su contabilidad. Y que Cristina Cifuentes apenas despierta ilusión siquiera entre los propios votantes del PP, que ni fueron en masa a afiliarse, como contaba Cifuentes, ni tienen interés en apoyar a Cifuentes pese a tanta propaganda para que lo hicieran.
Cifuentes lleva dos años presidiendo Madrid sin que se sepa cuál es su proyecto más allá del autobombo. El despliegue comunicativo pudo hacer creer que tenía buena imagen: pero la comunicación de la nada sólo puede tener duración limitada. Y ya no dura ni entre los más fieles.