Reconozco que cuando El Diario publicó el escándalo de las tarjetas black fui uno de quienes no creyó que aquella obscenidad fuera a tener consecuencias mayores. Desde hacía años en los espacios más militantes se venía criticando la vergonzosa dirección que había adoptado primero Cajamadrid y luego Bankia (primero una alianza de cajas de ahorros, pronto un banco privatizado).
Cajamadrid, la caja donde casi todos los madrileños de a pie teníamos nuestros ahorros (o algo que se le pareciera), cuya obra social era imprescindible para Madrid, se convirtió en el instrumento financiero del ladrillazo y la corrupción inmobiliaria y la especulación con la vivienda que imposibilitaba la vida de millones de ciudadanos. Ello engrasado con sueldos desmesurados (¿qué necesidad tenían de las tarjetas black con el pastizal que se levantaban?). Pero sobre todo Cajamadrid contaba con una gran ventaja para el saqueo y un grave problema para la democracia: que estaban todos.
El desastre de Cajamadrid fue liderado por el PP, de eso no cabe duda. Basta ver el origen de los condenados por las black para comprobar que la grandísima mayoría eran altos cargos del PP. Blesa llegó a Cajamadrid por su relación personal con Aznar y Rato (la cabeza de la política económica del PP) por una tensión interna entre Rajoy y Esperanza Aguirre, que pretendía colocar a Ignacio González. Pero acompañaban dirigentes del PSOE, de la cúpula de la vieja y desahuciada IU-CM, de las patronales, de cúpulas sindicales madrileñas… El problema no era la politización (¡ojalá hubieran cumplido su obligación de defender que Cajamadrid defendiera el proyecto político para el que fueron nombrados algunos de los condenados ayer!) sino la complicidad.
Cajamadrid-Bankia es en buena parte el caso régimen porque refleja perfectamente lo que ha pasado estos años: una política económica desastrosa que tenía como objetivo la rápida construcción de fortunas para una élite política y fundamentalmente económica a costa de los derechos humanos y las estructuras políticas, sociales e incluso económicas que amparaban mal que bien a la ciudadanía común. El blindaje del saqueo era el consenso, comprensible y coherente en el caso del PP y esas patronales y criminalmente traidor en el caso de organizaciones cuya esencia era luchar contra lo que estaban apoyando en el Consejo de Administración de Cajamadrid primero y de Bankia después.
Su condena ayer coincidió con el 23-F de la justicia española, que hace ser escépticos con que alguno de esos sinvergüenzas pague lo que ha hecho a nuestro pueblo. Como se cuenta de Al Capone, a estos ladrones les han pillado por el chocolate del loro. Pero al menos que paguen el chocolate, que ya es mucho más de lo que está pasando con el resto de sus compañeros de saqueo.