Decía hace unos años Kiko Veneno que “La mafia española es más perfecta que la italiana: no necesita matar”. Lleva toda la mañana rondándome la cabeza este certero diagnóstico desde que he escuchado esta mañana cómo el defenestrado fiscal de Murcia contaba las presiones delictivas, los robos, etc que ha sufrido coincidiendo en el tiempo con su investigación de la corrupción del Partido Popular en Murcia con su presidente autonómico a la cabeza.
Desde hace años la agresividad del PP contra los jueces que pudieran sacar a la luz sus tramas corruptas ha sido indecente (y esa era la dedicación de Federico Trillo por la que tan bien se le ha tratado): cuando Garzón destapaba la Gürtel se cargaron a Garzón; cuando le tocaba a Bermúdez investigar los papeles de Bárcenas hicieron una pirueta bochornosa para que fuera un juez al que consideraban más domesticable. Después han adoptado muchas medidas como la Ley Berlusconi para impedir instrucciones rigurosas en los casos de corrupción más graves y complejos
En la última semana se han concentrado la sentencia light sobre el caso Urdangarín, se ha apartado a los fiscales que se hubieran tomado en serio la lucha contra la corrupción y premiado a los que hayan sido benévolos con los mayores corruptos y finalmente ha salido de rositas de Urdangarín hasta que en unos años haya una sentencia firme quién sabe si con penas de prisión que le lleven a la cárcel o no.
Ello, por una parte, nos recuerda esa eficacia que señalaba Kiko Veneno en un gobierno de la corrupción: para robar y que no pase nada no necesitan asesinar jueces. Es mucho mejor que parezca una reordención. Sin embargo acumular obscenidades como las de esta semana lejos de ser un signo de fortaleza refleja la debilidad de un tinglado cada vez menos eficaz.
Las paletadas de mierda que han echado estos días sobre el sistema judicial profundizan el descrédito de nuestro maltrecho sistema institucional que no estaba especialmente boyante. Las acusaciones hechas por el fiscal de Murcia (sin que haya un solo cargo o dirigente del PP que simule indignarse por las presiones criminales sufridas por quienes persiguen la corrupción) acercan al imaginario fácil de entender de un gobierno de los mafiosos que no tienen límite alguno a la hora de mantener su tinglado.
Seguramente lo que están haciendo ayude a ladrones concretos a no pagar por sus delitos, pero es una muestra de debilidad y de orquestación del saqueo tal que lo que están empujando es el tinglado institucional al precipicio. Ellos sabrán: cuanto más evidente sea el gobierno de la mafia, más pronto llegará el cambio.