El sábado por la noche, a la salida de Vistalegre me encontré con Alberto Pradilla, periodista de Gara en Madrid. Me dijo una de las cosas que había puesto en su crónica del día: que todo el mundo coreaba la palabra “unidad” pero que no significaba lo mismo para todos. Llevaba razón. La unidad es un valor hermoso, pero polisémico.

El Congreso del Partido Popular fue una exhibición de un tipo de unidad, la unidad de un partido uno, grande y, concedámoslo, libre. La única cuestión (extremadamente menor) cuyo debate no se pudo eliminar ex ante fue resuelta de acuerdo con la voluntad del líder entre tímidas protestas por un supuesto. La unidad del PP consiste en el alineamiento tras el líder, el que sea, el que toque, Aznar, Rajoy o Fraga sin que haya cuestión política o criminal que permita encontrar más debates que en la más férrea dictadura en que se pueda pensar.

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