Pese a la polarización evidente entre los dos modelos de país representados por Unidos Podemos y PP, no es ningún secreto que el próximo Congreso va a tener al menos cuatro grupos importantes. En buena medida el futuro gobierno dependerá tanto de quién queda primero como de qué fuerzas son capaces de aportar y a quién la aportan la tercera y cuarta fuerza. El Partido Popular (y amplios sectores de la oligarquía, incluidos los sectores más turbios de la órbita del PSOE) necesitan que el 26J arroje un resultado que permita gobernar al PP con el apoyo sólo de Ciudadanos. Por eso no es ninguna mala noticia que Ciudadanos caiga en las encuestas más rápido que lo que (dicen que) sube el PP ni que Albert Rivera parezca apostar por una campaña tabernaria y cañí en vez de por ofrecer un perfil moderado y solvente. Nada que objetar, que siga por ese camino Albert Rivera.

En cambio puede salir bastante caro al conjunto del país (y al propio PSOE) que Pedro Sánchez haga suya la campaña del PP y dirija sus disparos contra Unidos Podemos. En los últimos dos días, cuando los jueces acababan de imponer al PP una fianza de 1,2 millones de euros, Pedro Sánchez se ha dedicado a cacarear los inventos del PP y su pesebre, mil veces archivados, de la-financiación-venezolana-de-Podemos y a criticar a Ada Colau y Manuela Carmena.

No parece que una campaña así pueda beneficiar en nada al PSOE: si hubiera alguien que le creyera lo último que haría sería votar a un partido que hasta ahora no ha dicho (y esperemos que no lo diga) que no quiere gobernar con Podemos, un partido que hoy mismo va a entrar en el gobierno de Ada Colau y que apoya al de Manuela Carmena. Si Pedro Sánchez convence a alguien con la campaña del PP de lo que les convencerá es de que voten al PP.

Tampoco parece probable que dañe en absoluto a Podemos una campaña así. En primer lugar porque las mentiras ya se han contado suficientes veces y con altavoces estruendosos como para que si alguien fuera a creerlas ya las hubiera tragado y digerido. A estas alturas la campañita de Inda y Marcelo sólo puede generar un efecto bumerán favorable a Podemos. En segundo lugar porque no serán pocos los votantes del PSOE que al ver a su partido recitando la propaganda del PP contra Podemos en vez de enfrentando al PP se sientan huérfanos y prefieran buscar a quien sí está haciendo campaña contra el PP hasta el punto de merecer todas esas mentiras y campañas fabricadas por el PP. Y en tercer lugar porque el hecho de ver unidos en la misma campaña contra Podemos al PP, Ciudadanos y PSOE pone el foco en Podemos como el actor verdaderamente relevante de estas elecciones: si quieren hacernos un favor, conviertan el 26J en un plebiscito sobre Unidos Podemos y el cambio que supondría su gobierno para los españoles.

La orientación que el PSOE está dando a su campaña es, pues, buena para Podemos y mala para el PSOE si la medimos en términos de mera contabilidad electoral. Pero no es así, porque es, fundamentalmente, mala para el país. Igual que el declive de Ciudadanos es una mala noticia para un posible gobierno de continuidad, el suicidio del PSOE y su entrega en brazos de la campaña del PP sería una pésima noticia para el cambio: tanto en términos de suma de escaños como por la dificultad que generaría al PSOE ese discurso para decidirse por apoyar el 27J el cambio denostado durante la campaña en vez de a los fabricantes de sus argumentarios.

No es ninguna buena noticia este suicidio en el que Pedro Sánchez parece meter al PSOE. Mal camino emprende arrojándose en brazos del PP: lo que arroja en sus brazos es el país. Y no nos lo merecemos.