Entre la noche de ayer y esta mañana la noticia en Madrid no ha sido las decenas de contratos púnicos que el PP siguió haciendo en 2015 desde la Comunidad y varios ayuntamientos (encuestas electorales para ganar las elecciones y seguir haciendo contratos con las empresas «donantes») con Granados en la cárcel, haciéndonos pensar (¡malpensados!) que no es una trama de una manzana podrida sino de un partido podrido. El tema del día ha sido una frase sacada del libro de conversaciones entre Maruja Torres y Manuela Carmena. La frase viene a decir que si pudiera volver al pasado mantendría su «no» a ser candidata por lo que le está condicionando la vida privada. Ha añadido que pese a eso vale la pena por mejorar las condiciones de vida de la gente de Madrid, pero eso da igual. Lo importante es cuándo dijo eso: lo dijo tal y como hoy han aclarado las dos partícipes del diálogo este verano tras los ataques por haberse ido de vacaciones con su familia una semana a Zahara de los atunes, Cádiz.

A mí me parece noticia. Lo reconozco: es importante, define una situación política y explica por qué mucha gente sana y normal no quiere dar el paso a la política, no por los «bajos» sueldos (como dicen algunos que no sé qué nómina tendrán) sino por la cloaca en que quieren convertir la política quienes no contemplan las instituciones más que como su chiringuito. La noticia no es Manuela: cualquier ser humano decente habría estado abrumado ante la injusticia de los ataques, las mentiras (¡aquella flor protegida que tanto les preocupó!) y sobre todo la invasión de la privacidad familiar, el ataque a los suyos.

Había noticia pero a quien había que preguntar no es a Manuela como si fuera ilegítimo estar hasta las narices.

Al primero que había que haberle puesto hoy el foco es a Francisco Maruhenda, ese fariseo que aparece hasta en la sopa con soniquete bonachón, que firma como director en sus ratos libres de la famosa portada que montaba un escándalo porque la familia de la alcaldesa de Madrid se tomaba unos días en Cádiz alquilando una casa. E inmediatamente después poner el foco en esa oposición del partido púnico que se subió a la farsa para atacar personalmente: desde Cristina Cifuentes a Pércival Manglano capitaneados por la madre de La Trama de Madrid, Esperanza Aguirre.

Si Manuela Carmena hubiera estado desanimada por las críticas a su gestión (aunque fueran desmesuradas o injustas), por la complejidad de liderar un gobierno sin partido detrás (o con un partido extraño, como es Ahora Madrid), si su cansancio fuera por la ingente tarea que supone gestionar una ciudad como Madrid agujereada por años de despilfarro y pasteleo con constructoras… la respuesta sería que, señora alcaldesa, va en el cargo. De eso no se ha quejado más que poniendo soluciones.

Pero los ataques personales y mentirosos, las intromisiones en la vida familiar (no por haber robado, ni por haber convertido una boda en un asunto público para un desfile de ladrones sino por irse de vacaciones alquilando una casa en la playa para toda la familia y pagarlo) no son legítimos y no debemos acostumbrarnos NUNCA a ellos. Si queremos que participe en las instituciones gente normal, no podemos aceptar que el acoso personal sea la reacción orquestada contra quien participa legítima y honestamente.

El escándalo no es que Manuela estuviera hastiada en verano ni mucho menos que se tomara unas vacaciones: el escándalo es la basura en la que quieren convertir la política y el conflicto democrático el Partido Popular y su pesebre mediático. Y hoy quien tendría que haber respondido son todos ellos. ¿Les parece normal la mierda que producen? ¿Qué siniestros objetivos hacen que merezca la pena haberse convertido en eso?

El cambio político en el país no sólo pasa por que no nos roben los recursos, que también. Pasa, sobre todo, por que no nos roben la razón democrática.