Por mi profesión he visto una cuanta gente que había perdido un montón de dinero por las preferentes de Bankia. Durante la campaña de la Renta ha sido últimamente frecuente encontrarse con auténticas ruinas de pequeños ahorradores que habían caído en la estafa. Muchas veces hemos comentado en el trabajo lo poco que se valora el civismo de una gente que lo ha perdido todo porque un grupo de señores que se iban de pubs y restaurantes con tarjetas black había decidido organizar una estafa a gran escala. Afortunadamente, venciendo su indignación, la gente arruinada no se ha ido a buscar a ninguno de los causantes de su situación a desahogarse. Son miles de personas y es una lección de decencia ciudadana que estén esperando pacientemente (y con optimismo) a que los ladrones acaben en la cárcel y ya está.
Rodrigo Rato no es sólo un imputado por varios delitos. Desde luego no es sólo un ex vicepresidente del Gobierno como recuerda una y otra vez cada dirigente del PP que sale a tomarnos el pelo hablando de la reunión de Rato en el Ministerio del Interior. Rodrigo Rato es el símbolo máximo de nuestra crisis. Es el actor de la gran mentira económica de nuestra época de vacas engordadas engañosamente, la política económica que hizo más difícil la vida a cientos de miles de jóvenes que no podían acceder a la vivienda, cuya conversión en bien especulativo fue los pies de barro del gigante sobre los que se derrumbó el país. Es, junto con Blesa, el gran protagonismo del saqueo de Bankia, que nos ha costado a todos los españoles 23.000 millones de euros y el rescate del país para resucitar a los bancos mientras dejábamos en la ruina a los ciudadanos.
Rato representa la crisis: el engaño que la sembró y la estafa con la que nos hicieron pagar el desplome causado por una élite político-empresarial putrefacta que todavía no ha pagado.
No tengo ni idea de si Rodrigo Rato sufre amenazas. Doy por hecho que sí. Él y muchos otros delincuentes. Cómo no. Entre los afectados directamente por su gestión y el conjunto de españoles víctimas de lo que él hizo junto a los suyos lo normal por pura estadística es que haya una amenaza. Y por supuesto es obligación del Estado protegerle, a él como a cualquier persona: desde criminales infectos como el asesino machista que hace unos días se suicidó en prisión hasta pobre gente como Mor, el senegalés muerto en Salou en una redada policial contra manteros. También Rodrigo Rato debe ser protegido y llevado a juicio y en su caso a prisión sin que se vea vulnerado ninguno de sus derechos. La corrupción, además, genera un odio difuso por la pura comparación entre cómo vive gente depauperada que se ha dedicado a trabajar o a intentarlo y la vidorra de los caraduras. Supongo que de forma concreta o difusa Urdangarín estará en una situación parecida a la de Rato, o Bárcenas, o Granados cuando salga de la cárcel… ¿Los recibe a todos Fernández Díaz?
Rato tiene derecho a la seguridad y a llegar a un juicio justo y pagar una pena justa y proporcionada que no viole sus derechos humanos. Como todo el mundo. Fernández Díaz ha tratado de explicar que él trata así a cualquier ex alto cargo. Pero Rato no es un «ex alto cargo». Supongo que Juan Carlos de Borbón o José Luis Rodríguez Zapatero tienen escolta. Las amenaza a que están sometido responde fundamentalmente al cargo que han desempeñado. Rodrigo Rato está en el centro de muchísimos odios muy razonables por actuaciones que en un país decente suponen un buen puñado de años en la cárcel.
Todo delincuente, condenado o investigado, tiene derecho a la seguridad. Rato también. Ningún delincuente tiene derecho a que el ministro de Interior vele personalmente por su seguridad. Para eso está el conjunto del Estado. Lo normal habría sido que Rato o sus abogados lo pusieran en conocimiento de alguno de los jueces que instruyen los casos en los que está inmerso y tomara las medidas oportunas para garantizar que la investigación siguiera adelante sin que ninguno de los reos viera violado derecho alguno.
Pero todo esto es una broma. Lo más importante que se ha publicado estos días (siempre, desde la primera noticia de El Mundo, con sorprendente discreción) iba en un párrafo intermedio de una noticia en El País: Rato « enmarca esta conversación dentro de los contactos habituales que mantiene con otros líderes del PP: “Les estoy transmitiendo mi punto de vista sobre mi situación”.
Ahí termina la farsa que han montado hoy Rajoy y Fernández Díaz. ¿Con el resto de «líderes del PP» también habla de las amenazas esas que sufre en twitter? No: Rato es de la Familia. De una Familia que se comporta como tal: en la boda de El Escorial, en las fotos de todo el PP con cada conseguidor de la Púnica, en los SMSs de Rajoy a Bárcenas… en los contactos habituales que Rato mantiene con otros líderes del PP. Todos juntos. Si tocan a uno tocan a todos aunque públicamente se pase por distintas fases de desapego.
Es una Familia, la Familia que ha tejido un entramado insoportable para el país pero a cuyos lomos han vivido de maravilla. No se trata de que dimita Fernández Díaz sino de que la Familia, la trama organizada disfrazada de partido político, desaloje las instituciones, deje de saquearlas y pague por lo ocurrido estos años.
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