En una semana se han acabado dos farsas: la querella contra Guillermo Zapata y la querella contra Tania Sánchez, Pedro del Cura y quien pasara por allí; siempre que no pasara de la mano del PP. Han pasado por el via crucis de la palabra maldita: «imputado», que para gran parte de la población es sinónimo de «corrupto» o de «delincuente». Tras meses de portadas, reportajes, tertulias, mentiras… hoy ninguno de los periódicos impresos que llenaron sus portadas con basura contra Tania Sánchez tiene un hueco en su portada para informar sobre que la jueza ha archivado la querella porque se basa en «datos falsos». Tampoco tuvieron un minutito ayer los dirigentes del PP y de IUCM para hacerse los sorprendidos o algo tras el fracaso de la operación que orquestaron. Por si alguien lo duda, aún no me ha llamado ni Telemadrid ni 13tv (la cadena pública de la Comunidad de Madrid y la de la Conferencia Episcopal) en cuyos programas tanto tiempo perdí defendiendo la verdad frente a sus mentiras. Podría pensarse que si les interesara la verdad ayer habrían llamado a quien se la intentó explicar tantas veces. Pero no.

Tampoco Cristina Cifuentes tuvo un minuto para pedir disculpas. No hace ni dos semanas de que en el debate de investidura citara a Tania Sánchez y Pedro del Cura para expandir la mierda del PP hacia un «mira, todos somos iguales». Ahora se calla con una indecencia que no merece la presidencia de la Comunidad de Madrid.

Los patronos de la fábrica de mierda sabían perfectamente que su producción no tenía más recorrido real que intentar deteriorar a actores importantes del cambio. En el caso de Guillermo Zapata, cargarse el ayuntamiento de Madrid, cuyo ejemplo servirá para ilustrar que las instituciones se pueden poner al servicio de la gente. En el de Tania Sánchez, la operación orquestada por los aparatos del PP y de IUCM pretendía dificultar el cambio en la Comunidad de Madrid. Y si de paso erosionaba a un ayuntamiento tan digno como el de Rivas Vaciamadrid, los orquestadores de la campaña tan contentos.

El portazo recibido por la alianza de la mentira no les importa porque lo tenían previsto: ninguno de los cargos políticos ni ninguno de los periodistas que difundieron la campaña sobre Rivas se la creía. Sólo se la pudo creer gente que no hubiera dedicado un rato a conocer el asunto: más allá de los «datos falsos» (en palabras de la jueza) toda la documentación estaba disponible, se dieron todas las explicaciones… sólo mantenía la farsa quien quería engañar a gente poco informada, porque desgraciadamente la letra pequeña no llega a todo el mundo (por eso esconden hoy el archivo de la patraña). Los datos eran perfectamente conocidos para saber qué era el asunto sin esperar a que un juez dijera lo que todos sabían que acabaría diciendo, pero esperaban que fuera cuanto más tarde mejor para arrastrar el sambenito: imputada, imputado. Por una mentira evidente, pero con la palabra: son como nosotros, los de los 500 millones de la Púnica, los volquetes de putas y los sobres de sobornos de constructores.

Vendrán decenas de campañas como éstas. Más cuanto más cercano vean el cambio. Les dará igual que sea mentira y contarán con la maquinaria del Estado, del gran poder económico y mediático y de la patética pandilla basura de cómplices; y con la ignorancia, más o menos inocente, de mucha gente. Más nos vale estar avisados y prevenidos. Buscarán generar grietas y debilidades, expandir ese «corruptos somos todos» que intentó Cifuentes en su investidura. Ellos son conscientes de lo grave que es el cambio: se juegan mucho dinero y mucha cárcel. Nosotros nos jugamos la vida: nuestra sanidad, nuestra educación, nuestro trabajo, nuestra ciudad, nuestra democracia… Habrá muchos «casos Tania Sánchez» y entonces, como ahora, nuestro deber ético será resistir juntos.