Hay dos consecuencias inmediatas de las elecciones municipales y autonómicas. En primer lugar, que la crisis de régimen está claramente abierta. Nuestro país sabe, por su historia, lo que significa en términos de régimen el cambio en las grandes ciudades y precisamente en éstas es donde el cambio sobrepasa con mucho las previsiones más optimistas. En segundo lugar, que la fórmula que mejor articula el cambio (y de paso es más lesiva para los partidos del régimen) es la unidad popular entendida como suma de actores rupturistas no contaminados por el compadreo con los protagonistas del saqueo.
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