A la semana siguiente de las últimas elecciones europeas un amigo concejal de un municipio de la Comunidad de Madrid me contaba que al llegar al pleno que tenían esa semana todos los concejales se miraban como reconociendo el hueco: tras la aparición estelar de Podemos faltaba ahí la representación de un actor que había llegado para quedarse. Si las instituciones suelen tener bastante de teatral, desde aquel mayo de 2014 además faltaba el actor que interpretaba al galán.

Con esa perspectiva multiplicada afrontábamos ayer el Debate sobre el Estado de la Nación. Acostumbrados a que en ese debate tengan voz los actores políticos relevantes, ayer faltaba el actor revelación. De hecho Rajoy dedicó el último tercio de su primera intervención a anunciar la hecatombe que sería la victoria de los demagogos (se refería a Podemos) e inició su réplica a Pedro Sánchez diciéndole que al PSOE lo que le pasaba era que temía a Pablo Iglesias.

Curiosamente a Alberto Garzón no le dijo nada de Pablo Iglesias ni de Podemos. Porque Garzón atronó el Congreso con el discurso rupturista, con una forma y un contenido que nada tenía que ver con los usos y costumbres cortesanos. En cualquier tracking sociológico, en cualquier medio… o intentan ignorar el discurso de Alberto Garzón (que es, por cierto, la opción que ha adoptado en las redes el núcleo que controla la federación madrileña de Izquierda Unida y sus feligreses) o reconocen que fue la voz diferente, que si existe eso de «ganar un debate» el de ayer lo ganó Alberto Garzón.

¿Quiere esto decir que IU ha solucionado sus problemas? No, lo que quiere decir es que ahí hay un dirigente que ha entendido los problemas de su país, que ha entendido el momento histórico y que sabe comunicarlo. También es un dirigente que entiende perfectamente los problemas de su organización y por eso se encuentra con las resistencias numantinas de quienes se resistirán hasta la muerte a afrontar los problemas de su país y de su organización, pues forman parte de ellos. ¿Quiere decir enotnces que el espacio que le sentaría bien a Alberto Garzón no es IU sino Podemos? En absoluto: Podemos también tiene sus problemas, fruto sobre todo de una apuesta por un modelo de organización que es imposible que dure en el mejor de los casos mucho más allá de este ciclo electoral sea cual sea el desenlace. Y hay una parte importantísima de Izquierda Unida (sin duda la amplia mayoría de su militancia, pese a algunos núcleos dirigentes) que está perfectamente representada por el discurso y las prácticas de un dirigente mayúsculo como Alberto Garzón.

¿Qué quiere decir entonces?

Probablemente la mayor dificultad del momento político que estamos viviendo es que no tenemos un año más antes de todo el ciclo electoral. Es seguro que en 2016 se reconfigurará el mapa político, no cabe otra posibilidad. Por un montón de razones, especialmente porque el maratón electoral dejará un país institucionalmente irreconocible; pero aunque no hubiera elecciones ocurriría seguro porque el mapa actual es insostenible.

Existe un país en situación crítica, existen mimbres sociales y políticos para darle la vuelta al país. Y existen liderazgos para aprovechar hacia la ruptura democrática esos mimbres: no sólo están Pablo Iglesias y Alberto Garzón sino también Tania Sánchez y Ada Colau, por citar sólo voces muy conocidas y que encarnan ese liderazgo rupturista.

La reconfiguración del mapa político no va a ser sencilla. Muy al contrario: será traumática. Exigirá romper instrumentos (todos) que fueron diseñados para otro momento político: como muy tarde el día siguiente a las elecciones generales habrán quedado obsoletas las actuales organizaciones que apuestan por la ruptura con el 78. No sé si eso es bueno, pero es inevitable.

Quizás toque recomponer desde los añicos. Es imposible saberlo antes de tantas citas electorales trascendentales y mucho más si no sabemos si lo haremos con un gobierno de cambio, con un gobierno de cerrojazo o, en el escenario más probable: con una inestabilidad parlamentaria que haga de la próxima legislatura un periodo muy breve. Algo parecido, por ejemplo, a lo que ocurrió tras las elecciones griegas de 2012: inestabilidad que prolonga el ciclo un par de años hasta conseguir por fin un gobierno de cambio.

Haríamos bien en adelantar pasos, en adelantar el trabajo: todo eso que le habremos ganado al enemigo. Y sobre todo haremos bien en tener claro que ese camino se producirá: ya sea por voluntad política o por necesidad inevitable tras el ciclo electoral. Sólo con esa óptica podemos entender que las quiebras y los acuerdos que se están produciendo son sólo el anticipo de lo que necesariamente vendrá y entenderemos que hoy no son las siglas sino el proyecto de país lo que hace que seamos compañeros o rivales. Y en función de eso también habrá que responder a cada ataque que reciba un compañero; el enemigo ajeno y propio lo tiene clarísimo.


A modo de curiosidad: vale la pena leer este hilo en el foro de Podemos (Plaza Podemos) sobre la intervención de Alberto Garzón y este tuit de Joan Tardá, de ERC: