Al menos desde los años de la Transición hay una línea que divide en dos las culturas políticas de nuestra izquierda y que han ejemplificado dos líderes históricos del Partido Comunista de España: Santiago Carrillo y Julio Anguita.
Carrillo fue un político poliédrico en cuya dilatadísima y zigzagueante trayectoria encontramos etapas heroicas y etapas humillantes; pero el carrillismo, aquello que los prohombres de la política y el periodismo destacaron a su muerte, fue una línea política que en nombre de la responsabilidad, la madurez, el realismo… se subió al carro de la Transición como si ésta se tratase de una etapa más en el devenir materialista e histórico hacia el socialismo. Anguita, por contra, fue señalado por cuestionar elementos nucleares del régimen del 78, singularmente cuando en 1996 recordó el carácter republicano del PCE: ello inmerso en la denuncia de los crímenes de Estado, de la corrupción estructural y de una construcción europea que llevaba en su seno la destrucción de conquistas sociales y políticas.
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