El pucherazo que pretende dar el PP en los municipios (solo o en compañía de otros) es evidente. No hace falta explicar mucho: como las encuestas dicen que la gente va a mandar al guano a los saqueadores, corruptos y despilfarradores que han arruinado sus ciudades sin beneficio social, se cambia la forma de interpretar a la gente y santas pascuas. Es en buena forma una prolongación de las correcciones de la proporcionalidad que en los años 70 idearon para conseguir un bipartidismo creciente que arrojara a la basura los votos a cualquier alternativa en la mayoría de España. De hecho además del pucherazo, la segunda consecuencia puede ser una agrupación bipolar de los votos por aquello de que si sólo se puede influir ganando se estimula el supuesto voto útil, algo que tradicionalmente ha servido al bipartidismo pero que igual en esta ocasión podría permitir elevar el voto de candidaturas de unidad rupturista (Ganemos). Ya se vería.
Pero hay otra derivada del pucherazo que apenas se está comentando y que es otro hachazo a la débil calidad de la democracia española. En España apenas existen sistemas de control a los gobiernos (centrales, autonómicos y municipales). Lo único efectivo que existe es la moción de censura y ya está limitadísima. En España una moción de censura exige la presentación de una candidatura alternativa y que ésta no sólo sea más votada que el gobierno censurado, sino que obtenga la mayoría absoluta. Esta rigidez es la que ha mantenido en el poder navarro a UPN-PP, pues el PSOE decía estar de acuerdo con que Barcina se tenía que ir pero prefirió apuntalar a una derecha corrupta y opusina que conformar un gobierno apoyado por Izquierda-Ezkerra y por la izquierda abertzale. En España hay pocos y difíciles mecanismos por los que un gobierno responda de su actuación sin que su investidura sea un cheque en blanco de cuatro años y allí donde hay mayorías absolutas el control de gobierno en las instituciones no pasa de ser una pantomima institucional.
Y eso también se restringe. La propuesta de pucherazo no ha pasado de un tuit. No sabemos cómo la imagina el PP. Sabemos que al principio les valía con que un partido obtuviera un voto más que el siguiente para que obtuviera la mayoría absoluta. Después reculó un poco hasta pedir un mínimo del 40%. Hoy filtran la posibilidad de que haya doble vuelta en la elección de alcalde. En todo caso se trata de que con la elección del alcalde se otorgue un poder incuestionable hasta cuatro años después. El alcalde o alcaldesa sería del todo irresponsable. Algo que de facto ya viene ocurriendo en buena parte en nuestras instituciones por el diseño de la Transición (se querían gobiernos fuertes precisamente por la fragilidad de las nuevas instituciones).
Si hablamos de regeneración democrática (que es en el ámbito en el que con todo su santo morro el PP quiere ubicar su pucherazo) se trata de todo lo contrario: no sólo tener unas instituciones que reflejen con la mayor fidelidad posible el pueblo del que dependen (al que representan) sino que sean controladas, que haya mecanismos para evitar el poder absoluto. De eso iba también aquella vieja separación de poderes.
Avanzar hacia la democracia pasaría hoy por ampliar esos controles para evitar gobiernos absolutos y extenderlos para que no sólo se puedan ejercer en las instituciones sino también desde el pueblo: introducir instrumentos de participación democrática en la toma de decisiones, pero también, por ejemplo, permitir la posibilidad de que el pueblo revoque el mandato de un electo si deja de confiar en él: una especie de moción de censura popular, democrática. No es ningún drama: en Venezuela se introdujo en la Constitución, la oposición lo puso en marcha contra Hugo Chávez, el pueblo decidió libre y democráticamente mantener a Chávez y punto; si hubiera decidido que no continuara, tampoco habría habido problema institucional, se habrían convocado elecciones para un nuevo presidente. Ese es un camino hacia más democracia.
La entrega de un poder absoluto a quien sea aunque haya ganado las elecciones por mayoría absoluta de los votos es menos democracia; si encima no ha obtenido la mayoría absoluta de los votos el camino se anda en la dirección contraria a la democracia; el nombre que se le ponga a ese camino es lo de menos. Y esto también habrá que plantearlo si la concreción final supone una elección presidencialista del alcalde a doble vuelta: en tal caso también habría un retroceso democrático porque se trataría de elegir un rey municipal al que dar un poder absoluto todo el año. El PP (ni el PSOE) propondrá introducir la posibilidad de que el pueblo participe con capacidad de decisión en el ayuntamiento ni que pueda revocar el mandato de un cargo público en quien sus electores ya no confían. Lo suyo es la regeneración democrática, no el populismo.