“Se garantiza el secreto de las comunicaciones y, en especial, de las postales, telegráficas y telefónicas, salvo resolución judicial”
(Constitución Española, artículo 18.3)
“El que, para descubrir los secretos o vulnerar la intimidad de otro, sin su consentimiento, se apodere de sus papeles, cartas, mensajes de correo electrónico o cualesquiera otros documentos o efectos personales o intercepte sus telecomunicaciones o utilice artificios técnicos de escucha, transmisión, grabación o reproducción del sonido o de la imagen, o de cualquier otra señal de comunicación, será castigado con las penas de prisión de uno a cuatro años y multa de doce a veinticuatro meses”
(Código Penal, artículo 197.1)
Estados Unidos ha espiado a sus aliados, que es el eufemismo que se usa ahora para denominar a los gobiernos títeres. Parece que en España el objeto principal del espionaje era, como en la mayoría de los gobiernos europeos, de carácter empresarial: es decir, el gobierno estadounidense espiaba lo que nuestros gobiernos hacían con las grandes empresas españolas y se supone que con ello daban información privilegiada a las empresas estadounidenses para que fueran más competitivas. Un ejemplo de la indisoluble unidad entre gobiernos y grandes empresas aquí y allí: nada nuevo, es el capitalismo con o sin disfraz democrático.