Por uno de esos vicios que tiene uno ayer me puse en la radio el Debate sobre el Estado de la Región (de la Comunidad de Madrid). Pensé que si el PP lo había puesto (como siempre) en dos mañanas era precisamente para que no lo oyéramos quienes trabajamos a esa hora: si el PP no quería que lo escuchara habría que escucharlo.

Creo que es la primera vez que escucho a Ignacio González en un debate, así que aún sigo un poco sonado tras la experiencia. Y eso que reconozco que la primera impresión que me llevé fue positiva, pues González optó por responder a cada grupo individualmente. No sé si eso esconde alguna táctica oscura pero en todo caso el efecto es una muestra de respeto a los cuatro grupos parlamentarios bastante agradecible cuando normalmente los presidentes de PP y PSOE hacen lo posible por esconder que existe más oposición que la del PSOE o PP: de hecho hasta llaman «jefe de la oposición» a quien muchas veces no lidera ni sus propias filas.

Esa fue su única muestra de respeto a algo, el resto de la mañana Ignacio González se portó como un auténtico macarra. Uno lo estaba escuchando con cascos en la oficina y no podía silenciar su asombro. «¡Pues hágalo, coño!» le dijo el presidente de la Comunidad de Madrid a Gregorio Gordo, portavoz de IU, ante alguna propuesta de Gordo (imposible saber cuál, pues la respuesta de González iba entre insulto e insulto).

A mucha gente le llamó la atención que González hablara muy poco de Madrid (salvo de Moncloa: el eje de defensa del saqueo al que el PP somete a la Comunidad de Madrid es que el Estado central nos roba, Madrid ens roba als madrilenys) y mucho de Andalucía. Pero lo cierto es que su intervención fue básicamente internacionalista, pues no sólo hubo referencias a Andalucía: a IU, por ejemplo, le explicó que tiene como referente a Corea del Norte y preguntó a su portavoz por el pajarito de Nicolás Maduro.

Recorrió el mundo entero Ignacio González, sí, pero sin detenerse en el lugar clave, Delaware. Porque de la corrupción (que ha empapado al PP de Madrid empezando por él mismo) sólo dijo lo mismo que repiten estos días Rajoy y Cospedal: que ya ha hablado lo suficiente de corrupción y que todo el mundo sabe su posición respecto a la corrupción (esto último, por cierto, es rigurosamente cierto).

Pero por lo demás tuvo estopa para todos sin tener en cuenta si lo que decía era verdad o mentira. A IU le reprochó su apoyo a la ley de desahucio express de Carme Chacón (a la que IU se opuso), el apoyo a la privatización de las cajas llevado a cabo por Zapatero con el apoyo del PP y la oposición de IU y la privatización de la sanidad en Navarra, comunidad en la que IU está creciendo a muy buen (y merecido) ritmo pero en la que aún no gobierna.

Junto a las mentiras había una buena colección de chorradas impropias de la barra de un bar: «Lo que no hace sostenible la sanidad es la barricada, la marea y el agit-prop», «Esa famosa consejera de vivienda que tienen en Andalucía que atenta contra la propiedad privada», «Saqueos los suyos, señoría, asaltando supermercados», «¡No ha dicho ni una vez en su discurso la palabra libertad, porque odia la libertad«. Todo ello en un tono que aconsejaría cambiar el traje y la corbata por unos pantalones de cuero, camiseta de tirantes Abanderado y el pelo engominado hacia atrás.

Lo interesante del tono y el discurso de Ignacio González es que demuestra que se cree que da igual lo que diga o haga. No busca la menor elaboración, no prepara el curso argumental lo más mínimo para intentar evitar que la respuesta lo humille.

Se cree por encima de todo control.

Y eso es lo que les va a llevar a la derrota: no se creen en la necesidad de disimular el saqueo, que en Madrid es especialmente obsceno. Se sienten intocables, piensan que da igual, que son los dueños del garito y que con darle cuatro hostias al que venga al bar a tocar los cojones se arregla el asunto. Pero el garito es nuestro, de la gente. Gente como Ignacio González lo que tiene que hacer es irse al baño, vomitar, asearse un poco e irse habiendo pagado la consumición, que la cuenta es un pico.