Imaginemos que en un país malo (qué sé yo: Cuba, Irán, Rusia, China…) un oficial del ejército destapara las pruebas de violaciones masivas de derechos humanos sistemáticas y organizadas por todo el mundo gracias a la red diplomática del país. No inventos del oficial, no, vídeos de matanzas de civiles, relatos de embajadores contando cómo se conchababan con autoridades locales para garantizar la impunidad de estadounidenses que habían asesinado a periodistas de otro país, intrigas con opositores a gobiernos democráticos para que cayeran… Supongamos que este oficial es condenado por su país, por un tribunal militar de ese país tan malo, a 35 años de cárcel por haber desvelado las pruebas de esa trama criminal.
El titular estaría servido: «El Régimen [cubano/venezolano/iraní/ruso/chino] condena a 35 años de cárcel al activista por los derechos humanos Bradley Manning por denunciar crímenes de Estado«. Sin embargo la referencia a la condena a 35 años por parte del régimen estadounidense pasó básicamente desapercibida entre las denuncias de los posibles nuevos crímenes del gobierno sirio, del pseudoconflicto de gibraltar y de la Supercopa española de fútbol. En ningún caso se da a la noticia el trato de represión dictatorial sino que se notifica asépticamente la condena sin más valoración, como si condenaran a un carterista a devolver las monedas robadas.
Recordemos rápidamente las consecuencias del caso Wikileaks: Bradley Manning ha sido condenado en Estados Unidos a 35 años. Como a Julian Assange no lo tenían en EEUU y no iban a conseguir una extradición por haber publicado sus crímenes, se elabora una imputación por delitos sexuales con la complicidad de los gobiernos suecos y británicos. Assange recibe el asilo de Ecuador en cuya pequeña embajada londinense permanece encerrado desde hace catorce meses. Entre medias vimos desplegar el poder mundial de Estados Unidos para, por ejemplo, evitar que donáramos dinero a Wikileaks para que siguiera revelando pruebas de crímenes con la complicidad de Visa, Mastercard, Paypal… Nadie ha ilegalizado Wikileaks pero la «libre circulación de capitales» terminaba allí donde queríamos donar veinte o treinta euros a la organización que estaba arrojando luz sobre delitos del poder político mundial.
Mientras se tejía esta red totalitaria para silenciar a quienes denunciaran crímenes sólo el eje del mal latinoamericano apostó por el derecho a la información. Mientras Ecuador daba asilo a Assange, el gobierno boliviano de Evo Morales no sólo no prohibía la difusión de los cables que afectaran a Bolivia sino que los colgó todos en la web de la vicepresidencia del gobierno, donde siguen pudiendo consultarse.
Además de las revelaciones que hizo Wikileaks, las consecuencias orquestadas por Estados Unidos, sus gobiernos títeres y las empresas financieras del mundo han evidenciado que uno de los lugares del mundo donde se reprime con más dureza a los disidentes y que ha tejido una red muy parecida a eso que llaman «totalitarismo» es el régimen estadounidense. Y de los más liberales en cuanto a derechos políticos, los gobiernos «malos» de América Latina.
___________________________
Los españoles siempre tendremos que agradecerle a Manning que destapara la complicidad activa del gobierno de Zapatero y de la fiscalía de Conde Pumpido (hoy magistrado del Supremo) para garantizar la impunidad de los asesinos de José Couso. Manning está en la cárcel. Zapatero y Conde Pumpido no.
Igual que con Posada Carriles o con los dictadores afines a sus intereses. Ese es el país con la «democracia» arraigada y que trata de exportar su modelo al resto del mundo