Quienes nos oponemos a la guerra, también en Libia, somos mayoritarios al menos en las redes sociales: #noalaguerra es la expresión más usada desde ayer en Twitter mientras Sí a la guerra es lo que leemos en los periódicos y escuchamos a los partidos turnistas. Sin embargo es evidente que no existe la unanimidad social que hubo contra la guerra de Irak por muchos motivos: desde la rapidez con la que ha sido decidida ésta a que se ha evitado la obscenidad criminal desplegada en las Azores pasando esta vez por el antidemocrático Consejo de Seguridad de la ONU. De entre las dudas que muestran algunas personas no demasiado críticas con el bombardeo hay dos que producen miedo.

La primera es la que se afirma que la guerra no es una buena opción pero que la permanencia de Gadafi es aún peor. Uno deduciría de ese argumento que en 2003 cuando todo el país estaba contra el bombardeo de Irak mucha gente pensaba que Saddam Hussein era una hermanita de la caridad. Pero no: no hay una sola razón para considerar que Saddam tuvo una pizca de humanidad con su pueblo más que Gadafi con el suyo, tanto en origen como en presente. Saddam Hussein era un dictador sanguinario y no menos loco que Gadafi que había llevado a su pueblo a una guerra con el vecino como correa de transmisión de occidente, se creció e invadió los pozos petrolíferos de los oligarcas de Kuwait y, mientras, no paró de reprimir a las minorías religiosas y étnicas, chiíes y kurdos así como a cualquier opositor político que surgiera. Pero entonces tuvimos claro que a un criminal no se le combate criminalmente y que cuando los canallas de las Azores decidieron invadir Irak les importaba una higa el pueblo irakí y sólo querían poner a un nuevo títere que proporcionase bases militares y recursos energéticos baratos. Todo el mundo lo tuvo claro y salió a la calle sin dejarse seducir por la demagogia que le llamaba a elegir entre las Azores y Saddam. Pero quienes ahora dicen que hay que elegir entre las bombas de la OTAN y las de Gadafi dan la impresión de que en 2003 lo que hicieron fue elegir a Saddam. Eso da miedo.

Pero más miedo dan quienes preguntan qué alternativa ofrecemos a la guerra quienes nos oponemos a ésta. La alternativa a la guerra es la ausencia de guerra. Incluso en el caso de que no tuviéramos una alternativa clara, las bombas no estarían legitimadas. Volvamos a la guerra de Irak en 2003. Unos asesinos respondieron a aquella guerra atacando a uno de los países impulsores. Pusieron bombas en varios trenes madrileños y mataron a 192 personas. Todos tenemos claro que aquello fue un crimen horroroso y absolutamente ilegítimo sin por ello movernos ni un milímetro del rechazo a la guerra de Irak. Si los terroristas del 11-M nos hubieran dicho que qué alternativa se nos ocurría a esas bombas para evitar más invasiones genocidas no se nos habría ocurrido ni responderles. La alternativa a las bombas no son las bombas. Ningún terrorista llevó justicia a su pueblo como nunca la OTAN ha llevado paz, democracia y justicia a ningún lugar del planeta: sólo muerte, tiranías y expolio.

Pero sí hay una alternativa que quiero plantear. Si Gadafi es tan criminal como para hacer justificable un bombardeo parece evidente que deben ser detenidos todas aquellas personas que le vendieran armas a quien hoy las usa con tal saña que justifica que nosotros lancemos bombas. Cada persona que defienda el bombardeo después de haber vendido armas al criminal debe abandonar inmediatamente la vida pública y entregarse en los juzgados del Tribunal Penal Internacional. Por no irnos muy lejos: Zapatero como presidente y Bono como ministro de Defensa vendieron 1500 de millones en armas a Gadafi. Si votan en el Congreso de los Diputados a favor de bombardear a quien fue armado por ellos, ¿no sería lo mínimo que reconocieran su colaboración negligente con crímenes tan horribles como para justificar un bombardeo? ¿qué razón podrían tener para no dimitir de toda responsabilidad política?

¿Una alternativa? Inhabilitación para todo aquel que haya vendido o consentido la venta de armas a criminales y prohibición inmediata de la exportación de armas. Esa decisión no se tomará, porque es sabido que el dinero es un caballero mucho más poderoso que los derechos humanos. En Libia no se bombardea por éstos, sino por el flujo interrumpido de petróleo. En Bahrein no bombardeamos, ni en Arabia Saudí: nuestros hijos de puta pueden seguir garantizándonos el depósito.

Iberdrola, Endesa y Repsol están de enhorabuena: mientras recuperamos a golpe de bomba los surtidores libios dejamos de mirar el agua radioactiva de los grifos de Tokio y así Rosa Aguilar puede afrontar nuevas centrales sin ideologías ni demagogias. Asco de mundo.

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