A estas alturas no hay quien no conozca total o parcialmente la entrevista que le hizo Ana Pastor a Mahmud Ahmadineyad. La avalancha de aplausos por no amilanarse ni ceder ante las evasivas de Ahmadineyad es en general compartible, especialmente porque hemos visto que Ana Pastor no se amilana ni cede ante las evasivas de ningún otro dirigente político: no parece tener esa actitud tan de nuestro periodismo patrio de ser implacable o servil en función de la simpatía que se le tenga al entrevistado o de si éste es un malo oficial o no.

Sin embargo hubo un momento en que creo que la periodista se equivocó hasta el punto de que esa misma mañana fue desmentida contundentemente: cuando pasó de preguntar y repreguntar a defender que en España no se persigue a nadie por sus ideas. Preguntado Ahmadineyad por la detención de opositores reiteradamente éste contestó de tres formas distintas ninguna de las cuales respondía a la pregunta. Le preguntó a Pastor si acaso ella era su abogada defensora, afirmó que toda pregunta sobre derechos humanos en Irán era una injerencia y, por fin, afirmó que en España también se perseguía a algunos opositores. Ahí fue cuando Ana Pastor se equivocó al defender que en ningún caso sucedía eso en España, que en España la opinión era libre y que si había independentistas vascos en la cárcel no era nunca por su opinión. Podría haber respondido simplemente que no le estaba preguntando por España sino por Irán, país que preside Ahmadineyad, pero prefirió defender la absoluta amplitud de la libertad de expresión en España. No voy a discutir la evidencia de que el respeto a los derechos humanos en Irán es absolutamente inexistente y que lo último que puede hacer Ahmadineyad es compararse con casi ningún país, pero de ahí a negar los crecientes límites a la libertad de expresión en España va un trecho.

Apenas un par de horas después de terminar la entrevista el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenaba a España a indeminizar a Otegi por haberle condenado a un año de cárcel por unas declaraciones contra el Rey, equivocadas o acertadas, pero que según el TEDH entran dentro de la libertad de expresión: el TEDH (no Ahmadineyad) afirmaba que a ese ciudadano se le había condenado a cárcel por sus opiniones legítimas. Hoy no hay forma de entender por qué está Otegi en prisión salvo por su actividad política: se le detuvo por ejercer el derecho de reunión en la que se iba fraguando el rechazo de la izquierda abertzale a la violencia y desde entonces está en prisión preventiva sin ser condenado por ningún delito común.

Aunque sea el más conocido no es el único caso por el que no deberíamos ser demasiado entusiastas de la situación de la libertad de expresión en España. La semana pasada se juzgaba al fotógrafo de Diagonal Edu León por documentar fotográficamente las redadas ilegales de la policía española contra la población inmigrante. Cabe recordar el secuestro de El Jueves por mofarse con mayor o menor gusto (eso no se discute, no tiene nada que ver con la libertad de expresión) de la pareja principesca.

En otros casos no hace falta llegar a la intervención de un juez. Ningún medio (salvo RNE y medios digitales alternativos) ha dado voz a José Luis Burgos: el Banco Santander está blindado ante la crítica ya sea por ser propietario de los medios o por los ingresos en publicidad que les puede retirar. Siempre conviene recordar que a Javier Ortiz sólo le censuraron una columna en El Mundo, la que dirigió contra Botín: lo explicó en su blog y desde entonces todos sabemos de quién no se puede hablar (mal) en España.

¿Invalida esto las críticas a Irán como pretendía Ahmadineyad? En absoluto. Los derechos humanos se deben defender como absolutos no comparativamente y si Ahmadineyad pretende comparar la situación de los derechos humanos en Irán con la de España sale perdiendo por goleada. Pero ganar 10-1 no supone haberse quedado con la portería a cero.

Es un error responderle que España es un paraíso de la libertad de expresión porque no era verdad y porque admitía implícitamente el fondo que planteaba Ahmadineyad: que si los viola otro, no hay problema en que los viole él. Si un periodista iraní preguntara a Rubalcaba por las redadas anti-inmigrantes (que son ilegales y racistas) o por los informes de la ONU y Amnistía sobre las torturas en nuestras comisarías no admitiríamos que éste le contestara ‘¿Y en su país qué? ¿Acaso no lapidan a mujeres y ejecutan a homosexuales?‘ sino que exigiríamos que respondiese a lo que sucede en España. El periodista iraní no debería necesitar responder que en Teherán el día del orgullo gay se celebra por todo lo alto para volver a intentar lograr una respuesta de Rubalcaba.

Lo que alabamos en Ana Pastor es que no permita que le tomen el pelo con respuestas que no vienen al caso o que chocan absurdamente con la realidad. Por eso fue un error que hiciera precisamente aquello que no aceptaría que hubiera hecho un entrevistado suyo.

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