Supongo que todos hemos tenido algún conocido trabajando alguna vez en un restaurante de comida basura. Es un trabajo, como cualquier otro y quien necesita trabajo se dedica a eso durante un tiempo sin mayores problemas morales. Hacen comida basura, qué se le va a hacer, no todo el mundo puede ser Ferrán Adriá. Un amigo trbajaba en una franquicia de postres basura y cuando terminaba su jornada laboral nos contaba entre enfadado y divertido las, digamos, excepciones higiénicas a las que eran sometidos los productos estrella de la franquicia. Los clientes tampoco presumen de ser gourmets. Uno se toma tal o cual hamburguesa con perfecta consciencia de que es una porquería, pero ya sea por falta de tiempo, de dinero o porque a veces uno tiene ganas de comerse una guarrada grasienta (yo tengo ese deseo con cierta frecuencia, confesémoslo). Y ya está: es comida basura, lo sabe igual quien la vende y quien la compra, no pasa nada.

Los periodistas, en cambio, no funcionan así. Hace unos días alguien le dijo en twitter a Jordi González (presentador de La Noria, el programa basura estrella de las noches de los sábados) que hacía telebasura. Lejos de explicar que sí y de preguntar a la twittera si ella le garantizaba un trabajo mejor, se indignó y recurrió a los clásicos: le contestó, como veis, que telebasura su puta madre guapa. Cuando alguien le dijo que no era bonito eso de insultar González contestó que su interlocutora había insultado a sus millones de telespectadores. Yo soy espectador ocasional de La Noria: si algún sábado estoy en casa a esas horas es síntoma de que estoy agotado, y no pasa nada por reconocer que uno se puede distraer a su cerebro con telebasura como a veces distrae a su estómgao con comida basura, no es ninguna ofensa. Que levante la mano quien se pase el día leyendo a Hegel y que se aleje un poco, que ya aburre de entrada.

Cuento esta anécdota porque resulta muy reveladora del altísimo grado de identificación que tienen los periodistas que he conocido con su trabajo. No sólo con su trabajo en abstracto, el peridismo, sino en concreto: el periodismo que hacen en concreto. En muchas ocasiones se sienten más cerca del artista autor de una obra propia que del trabajador por cuenta ajena que hace el trabajo porque necesita el dinero. Eso estaría muy bien, pero nuestros medios de comunicación, por desgracia, no están en manos de esos periodistas sino de altos ejecutivos sin demasiados escrúpulos y a los que lo último es la información ni el entretenimiento: para ellos es sólo un instrumento de enriquecimiento e influencia, una mercancía con la que traficar y un negocio cuyos trabajadores importan tanto como a Ruiz-Mateos los suyos. Quien dude o quiera conocer mejor este manorama, ya sabe: a leerse el magnífico Traficantes de información de Pascual Serrano.

Los trabajadores de los medios de comunicación son los más entregados que he conocido: se entregan como si trabajaran para sí mismos. Pero cobran casi siempre como el más precario de los trabajadores, a menudo se tienen que pagar sus cotizaciones como autónomos, y pagan las consecuencias de los disparates de los ejecutivos a quien tanto se han entregado. Los EREs se suceden en los medios de comunicación mientras sus ejecutivos siguen viviendo a cuerpo de rey. Es el caso de PRISA, sobre cuyos trabajadores sobrevuelan EREs que dejarán en la calle a 2500 trabajadores fruto de los despilfarros empresariales pero compatible con el magnífico tren de vida de Cebrián (uno de los chicos Bilderberg y también de los invitados a veranear por Mubarak). Mientras la desmantelan, PRISA es propiedad de un fondo de inversiones estadounidense y socia del presidente post-fascista Berlusconi. En tales condiciones no es un grupo de comunicación sino una empresa que, como tantas otras empresas de medios, defiende intereses oscuros (o demasiado claros) frente a sus trabajadores y frente a la sociedad.

Los trabajadores de PRISA han creado una web llamada Salvemos PRISA y nos convocan a una manifestación este sábado 19 a las 11h en la Red de San Luis. Contra lo que han dicho algunas personas solidarias con sus trabajadores, me parece oportunísimo el título: salvemos PRISA porque los medios no son de un ejecutivo enloquecido ni de un fondo de inversiones ni siquiera de una familia fundadora, sino de sus trabajadores que son quienes con más o menos limitaciones impuestas llevan años sacándolos adelante y entregando su trabajo como si fuera para sí mismos. Salvemos PRISA de sus enterradores y entreguémosla a quienes la han sacado adelante. Que no destruyan PRISA, que se la queden sus trabajadores que la cuidarán mucho mejor que sus desaprensivos propietarios.

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