Los trabajadores de AENA no son sólo los pilotos y los controladores aéreos. De éstos ya sabemos que están forrados y escuchan Intereconomía (pertenecen a esa incipiente clase social de los privilegiados) y que por tanto no se les aplica lo del derecho a huelga. Comisiones Obreras, UGT y USO no son sindicatos corporativos como los sindicatos de pilotos y de controladores aéreos. Ya sabemos que los sindicatos corporativos fragmentan a los trabajadores (al contrario que señalar quiénes sí son trabajadores y quiénes son los privilegiados) y que por tanto deben ser aislados e insultados cada vez que hagan una huelga. Los sindicatos de clase de AENA han convocado con muchísima antelación huelgas en protesta por la privatización de AENA, no dirán que se han puesto malos todos de golpe ni pillarán al gobierno ni a los viajeros por sorpresa. Ya sabemos que nos gustan las huelgas con todos los sellos puestos, sus formularios rellenos, sus días sin cobrar… Pero no, la huelga de los trabajadores de AENA tampoco nos parece bien.

Van a tomarnos como rehenes, escribía ayer una persona. ¿Por qué justo en las fechas en que nos harán más daño? Desde que se anunció ayer la convocatoria de huelga hasta que ésta tenga lugar, se llegue a un acuerdo o el gobierno la pare con un estado de excepción escucharemos todo tipo de argumentos por los que la huelga es ilegítima y los convocantes son enemigos del pueblo.

Van a privatizar AENA porque el gobierno se ha rendido voluntariamente a los chantajes de los mercados. Cuando éstos especularon contra la deuda española a finales de 2010 el gobierno decidió privatizar hasta al calvo de la lotería. Eran justo los días en que se militarizaban los aeropuertos y se declaraba por primera vez desde la muerte de Franco un estado de excepción. Ni el gobierno, ni el PP ni casi ningún sesudo analista observaron contradicción alguna en que aquello cuya paralización exige sacar el ejército a la calle y poner en suspenso parte de la legalidad ordinaria dejara de estar controlado por la administración pública y pasara a manos de empresas privadas ya sea de Florentino Pérez, de algún emir de Qatar o de Díaz Ferrán y Ruiz-Mateos, ahora que tienen tiempo libre.

La privatización de AENA se hizo porque el gobierno se rindió ante quien mostró su fuerza. Exactamente lo mismo quieren hacer los sindicatos para evitarla: demostrar que también tienen fuerza, pero a diferencia de los mercados, los sindicatos lo harán haciendo uso de un derecho fundamental. Podrían en vez de convocar la huelga escribir una carta y recoger firmas y enviárselas a Pepe Blanco, pero no parece que esto impresionara demasiado a un ministro que sabe que cuanto menos escuche sus reivindicaciones más subirá en valoración en el CIS. Evidentemente una huelga se hace en los momentos en que los trabajadores son más imprescindibles, en los que la huelga muestra más el poder de éstos. En los aeropuertos tales días son los que han seleccionado los trabajadores, aunque falta el 21 de agosto: el día en que termina el macrofestival católico que pagaremos entre todos en Madrid.

Yo tampoco quiero que haya huelga. Y ésta es perfectamente evitable: si el gobierno rectifica con el mismo salero con el que ha metido debajo de la alfombra todo su discurso político. Se anula la privatización y se acaba con la huelga. Y de paso nos sentiremos todos más seguros. En los últimos días hemos visto algunos argumentos para pensar que en Barajas no funcionaron las medidas de emergencia con toda la eficacia deseable cuando se produjo el accidente de Spainair. ¿Alguien cree que un gestor privado decidirá gastarse más en seguridad aún sabiendo que de ello no depende ni un euro de ingresos?

Ninguno de los argumentos que se dio a favor de la militarización de las torres de control ni los que se darán ahora específicamente contra la huelga de AENA son sinceros. Es una música que se repite ante cualquier huelga. Como vivimos en sociedad toda huelga cambia la vida cotidiana de otros. Y eso es mucho más de lo que estamos dispuestos a tolerar. Si los mercados exigen al gobierno que nos destroce las pensiones, que deje escuálido el estado, que congele sueldos… estamos ante un suceso natural. Pero si tenemos que cambiar la fecha del vuelo o ir al pueblo en coche estas vacaciones sentimos que unos desaprensivos violan nuestros derechos fundamentales: ni podemos ir a 120 ni en avión, ¿a dónde vamos a llegar? (Y sobre todo, ¿cuándo vamos a llegar?).

De lo que estamos en contra, digámoslo claramente, es del derecho a huelga. Las huelgas se hacen sin molestar, de noche, mientras se duerme. Y las manifestaciones en un manifestódromo, sin cortar el tráfico. Que durante el día hay que estar atentos a ver a qué derecho nos toca renunciar sin pestañear ni molestarnos los unos a los otros con nuestras miserias. Claro que hace falta una verdadera educación para la ciudadanía, pero no sólo contra las mentiras de los obispos. Esa educación debe ser sobre todo contra el adoctrinamiento de los vicarios de los mercados.

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