La primera gran manifestación a la que recuerdo haber ido de forma autónoma fue en 1991, contra la Guerra del Golfo. Fue una gran manifestación estudiantil contra una mayoría social y sobre todo parlamentaria a favor de bombardear Irak. Saddam Hussein le había salido rana a Estados Unidos y, tras años de alianza y de crímenes silenciados, había decidido incorporar militarmente Kuwait a sus dominios. Entonces la maquinaria propagandística se puso a trabajar: quien estuviera en contra de la invasión estaba a favor de Saddam Hussein y de sus crímenes, ahora conocidos (e incluso, por si fueran pocos, alguno se inventaban), de la invasión de Kuwait y en contra de la democratización de Kuwait que se había acordado con las autoridades ocupadas. Años después, mientras los pueblos árabes se alzaban contra sus tiranos, nuestras autoridades se reunían con los sátrapas kuwaitis, amigos para siempre, mientras Irak se consume en una eterna guerra civil fruto de un genocidio europeo que intentó terminar una década más tarde lo que se empezó en 1991.

He visto un par de veces (en un comentario en este blog y en otro blog de I Love IU) otra comparación histórica: no intervenir militarmente en Libia sería equiparable al Pacto de No Intervención en la Guerra Civil española, en el que se escudaron Gran Bretaña y Francia para no apoyar a la República mientras Italia y Alemania la bombardeaban.

La comparación no termina de sostenerse en muchos extremos. El principal es que cabe pensar que Gran Bretaña y Francia hubieran podido apoyar a España en su liberación, algo que no cabe decir de los países que hoy dan vueltas como carroñeros sobre Libia. No se conoce una sola intervención de Estados Unidos y sus colonias que no haya servido únicamente para implantar su dominio, adueñarse de los recursos autóctonos e implantar un capitalismo salvaje propicio a los intereses de las multinacionales estadounidenses. Desde Corea del Sur a Irak, pasando por el Chile de Pinochet-Kissinger. No hay ninguna razón que no se base en la fe (y que no choque con la tozudísima experiencia acumulada) para pensar que si la OTAN interviniera en Libia no fuera para poner algo parecido a lo que lleva décadas sosteniendo en la zona: un sátrapa contundente con su pueblo que sirviera petróleo a buen precio. Como Mubarak, como Ben Ali, como ese Gadafi que estaba haciendo el camino inverso a Cuba.

Puestos a analogías históricas uno se imagina que en 1940 hubiera estallado en España una revuelta con posibilidades de éxito contra Franco. Y que entonces Italia y Alemania, las aliadas de Franco hasta una semana antes, hubieran optado por intervenir en España: una intervención humanitaria, por supuesto. Nadie hubiera creído que los aliados de Franco quisieran otra cosa que poner a otro Franco dado que tanto habían apoyado al que estaba apunto de caer.

Los países occidentales no han cambiado de política respecto a los árabes. Siguen vendiendo armas a todos los dictadores de la zona, siguen colaborando en el robo a sus pueblos. Mientras nos decidimos a ayudar al pueblo libio hacemos giras por las democracias árabes unas veces para venderles armas, otras para regalarles nuestras cajas de ahorros. Nuestra decisión sigue siendo apoyarnos en nuestros hijos de puta. Y Gadafi lo es, pero es ya un hijo de puta débil, inútil. Nuestros ejércitos no irán a otra cosa que a sustituirlo por otro con más eficacia que nos permita bajar el petróleo.

¿Queremos colaborar con los pueblos árabes? Decidan no vender un arma más a Arabia Saudi y prohiban a la familia real que veranee en Marbella, retiren los títulos de parentesco con Juan Carlos de Borbón de todos los criminales de la zona, dejen de colaborar con la monarquía marroquí en sus crímenes en el Sahara y prohiban a las empresas españolas seguir forrándose con su ocupación, envíen ayuda humanitaria y colaboren con la flotilla que volverá a intentar llegar a Gaza sin ninguna ayuda de los gobiernos europeos… Hagan justo lo contrario de lo que siguen haciendo y entonces podremos creernos que si van a Libia no es para poner a otro Gadafi a apretar el botón del surtidor de petróleo.

De momento no conocemos la exitencia de intervención humanitaria alguna en nuestra historia. Sólo recordamos ocupaciones militares, crímenes de guerra y saqueo de recursos ajenos.

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