Si usted inventa una pócima, se la da a mil personas y ninguna enferma de gripe en una década puede empezar a pensar que ha encontrado una vacuna: paténtela y se forrará evitando la gripe de quien pueda pagarse la vacuna. Pero tenemos que mantener la lógica recíproca: si le damos esa pócima a mil personas sanas y se mueren inmediatamente debería usted ser prudente, pensar que la cosa tiene pinta venenosa y no dársela a nadie más, no informar a la policía y, por si acaso, comprar un billete sólo de ida a Tailandia.

Eso salvo que usted sea dueño de una religión.

En tal caso usted podrá decir que si una señora enferma se cura y ha rezado a Juan Pablo II antes, eso es una prueba de que Juan Pablo II es un santo y de que la curación fue un milagro. Si alguien dice que ha visto a una virgen encima de un pilar ya tenemos el milagro de la pilarica. Si la bajante se jode y deja humedades en su pared que según alguien pudiera parecer la cara de una señora, está claro que la virgen quiere acompañarnos en nuestra casa (y que con las visitas nos ahorraremos la derrama para pagar al fontanero).

Pero ahora que un milagroso rayo ha reventado la cabeza del Sagrado Corazón en Vera, Almería, ¿no deberíamos aceptar con la misma lógica que Dios nos anuncia su suicidio (muerte, por cierto, anunciada los profetas) y que a partir de ahora toca vivir sin dioses, sólo entre humanos y demás criaturas de la difunta divinidad?

Digo yo que hay menos probabilidades de que un rayo de una tormenta decapite al Sagrado Corazón de Vera que de tirar millones de letras al aire y que caigan formando el Quijote. ¿O eso sólo vale para descartar lo razonable?

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He conocido el milagro de Vera gracias a Jacobo Dopico. Él lo interpreta como prueba del fin del mundo. Yo prefiero ser más optimista. No faltará quien diga que Dios nos anuncie la derrota electoral de ZP, que veranea en Vera. O que nos castiga por las playas nudistas de Vera. Interpretar es gratis. A diferencia de las religiones.

El alcalde de Vera se apunta a la ración de jeta. Dios ha intervenido, sí. No en el rayo, ni en la decapitación. Dios es pequeñito y se ocupa sólo de minimizar las consecuencias: “La cabeza ha caído a los pies del monumento pero milagrosamente se ha salvado y podrá ser restaurada“. Tal cual

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