Tras una década amamantando a Gadafi occidente está escenificando el drástico cambio de aliados para cuando sea otro quien controle el petróleo libio. Gadafi vuelve a ser malo, así que ayer Hillary Clinton preguntaba en voz alta qué ayuda quería el pueblo libio que el tito Sam la concedería gustoso. Como no parece que haya un interlocutor muy claro de los revoltosos nadie le ha podido contestar a Estados Unidos y la Unión Europea que casi lo mejor que puede hacer para ayudar es dejar de meter sus sangrientas narices, que les dejen terminar lo que han empezado tan bien y que cuando haya un nuevo gobierno ya les avisarán de las condiciones en que queda el petróleo.

Las armas con las que Gadafi se está manteniendo son armas occidentales. Salen estos días informes de organizaciones de derechos humanos relatando cuántas armas ha vendido España a Libia (saltándose la ley), que son muchas aunque no llegando al nivel de Estados Unidos, líder en venta de armas. Hace apenas seis meses el gobierno de Estados Unidos vendió armamento por más de 120.000 millones de dólares a Arabia Saudi, Kuwait, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Omán. Para evitar que esas armas fueran usadas contra Israel no incluyó en el catálogo armas de largo alcance: sólo helicópteros Apache y aviones con los que estos alegres países podrían reprimir a sus pueblos si éstos decidiesen romper la calma de los mercados de crudo. Esta misma semana Gran Bretaña incrementaba también su venta de armas a los países del Golfo: no podemos permitirnos otras revueltas, pero si se dan y tienen éxito preguntaremos a los pueblos de la península arábiga en qué se puede ayudar.

La hipocresía con la que occidente está haciendo alegres declaraciones de condena a Gadafi y levísima contrición por las complicidades pasadas van acompañadas de la persistencia en las mismas prácticas con países cuyos pueblos todavía no se han levantado. Estas semanas el gobierno español mandará al monarca a Kuwait y Zapatero irá de gira por Qatar y Emiratos Árabes; también se pasará por Túnez para explicar que los sucesores de nuestros aliados son nuestros aliados. Esperemos que en Qatar no haga bromitas con la homosexualidad, como hizo el presidente de la FIFA al anunciar que el petróleo bien vale un mundial: lo que podemos asegurar es que Zapatero no dirá ni mu de la condena a cinco años de cárcel a que se expone quien opte por una sexualidad libre. Business is business, vale, pero que no venga después Carme Chacón a decirnos que Europa “en excesivas ocasiones, ha sido excesivamente prudente, es decir, excesivamente benevolente” con quien ha tenido intereses poderosos.

Europa, de la mano de Estados Unidos, no ha sido benevolente. Ha sido impulsora del sometimiento de los pueblos árabes. Geoestratégicamente ha introducido un calculado equilibrio del terror armando hasta las cejas a gobiernos desalmados para que controlaran que no se moviera una mosca dentro y tuvieran como único motivo para estarse quieto que el vecino estaba igualmente armado. Ha impulsado la corrupción de los tiranos que permitían que occidente saqueara recursos de sus pueblos porque al fin y al cabo era lo mismo que hacían ellos y los bancos en los que depositaban el botín estaban a este lado del Mediterráneo.

La ayuda que propone Clinton nunca llegará al punto de respetar que los pueblos árabes decidan democráticamente qué hacer con los recursos energéticos de su país. Si el pueblo libio decidiera que su petróleo ya no va a tener como prioridad engordar las fortunas de unos pocos sino reducir la pobreza de su país, podemos estar seguro de que Europa y Estados Unidos se inventarían tal o cual peligro infame (islamismo, dictadura, lo que fuera; no como en los tiempos del noble -aunque sí, excéntrico- Gadafi) para intervenir en ayuda del pueblo libio. A estas alturas, con Gadafi cercado, el pueblo libio no necesitará mucha más ayuda que el respeto y la no injerencia. Pero eso, seguramente, es muchísimo más de lo que generosamente ofrecía Clinton.

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