La acción política del gobierno se mueve por dos principios jerarquizados: en primer lugar, lo que digan los mercados; si éstos no dicen nada, lo que digan las encuestas. Como a los mercados les da igual la paz y la normalización política en Euskadi la única fuente útil son las encuestas. Y lo malo es que éstas dan resultados contradictorios según el ámbito de la muestra. Si preguntan a los españoles queremos mano dura y, sobre todo, que no se legalice ningún partido nuevo. Si preguntan sólo a los vascos son conscientes de que se han dado pasos cruciales y mayoritariamente partidarios de la legalización de Sortu.

La cosa tendría sencillo arreglo dado que a los madrileños no nos afecta demasiado que Sortu se presente a las elecciones municipales (es improbable que obtengan concejales por Madrid) y que quienes podrían tener concejales del nuevo partido son precisamente quienes quieren que éste sea legal. Lo complicado es que los madrileños no nos preocupamos de qué concejales haya en Madrid (si nos preocupáramos de eso otro gallo nos cantaría) sino de los que haya en Rentería. Así que no se puede contentar todas las encuestas.

Sí se puede, sin embargo, hacer declaraciones que contenten a todos los encuestados cambiándolas en función de quién hable. Así, Rubalcaba nos explica al conjunto de los españoles que el hecho de que la izquierda abertzale renuncie irreversiblemente al uso de la violencia no es mala noticia pero impide el registro del nuevo partido promoviendo su ilegalización tal y como dictan las encuestas. Mientras, Patxi López declaraba ayer que sería bueno que la izquierda abertzale diga que no habría estado mal que no hubieran muerto los asesinados por ETA (evidencia que tarde o temprano reconocerá la izquierda abertzale) y que eso es totalitarismo (no lo es: son crímenes inaceptables, pero para imponer el totalitarismo -en el caso de que tal palabra responda a alguna realidad sustantiva- hace falta mucho más poder del que nunca tuvo ETA) pero añade algo que podría tener mucha importancia si es verdad: que no mantendrá un pacto con el PP “por encima de algo que iría en beneficio del cien por cien de la sociedad vasca” como es la paz.

Hay una forma de reconciliar las encuestas españolas y vascas: escenificar por parte del gobierno la victoria sobre la izquierda abertzale. Es evidente que quienes pensábamos que la política de ilegalizaciones además de ser ilegítima era contraproducente nos equivocábamos: sigo pensando que las ilegalizaciones han sido un camino no democrático, pero hoy está claro que el objetivo que se decía buscar con ellas ha sido alcanzado (pero los demócratas seguimos en que un fin justo debe ser alcanzado, pero con medios justos).

Hoy el gobierno bien podría presumir de haber logrado la rendición de la izquierda abertzale batasuna: durante todos estos años se les ponía como ejemplo a Aralar y hoy se han puesto en posiciones muy parecidas a los de Patxi Zabaleta. Nadie duda de la legalidad de sus estatutos ni existen indicios reales ni inventados de que el camino emprendido por la izquierda abertzale tenga vuelta atrás, sobre todo por estar enraizado en la decisión de sus bases. Si la derecha quería un final con vencedores y vencidos el gobierno puede presentar tal resultado sin demasiado problema. Y la legalización no sería más que una aplicación del refranero español (lo cual añade saña a la derrota): a enemigo que huye, puente de plata.

Ocurre que hay una tercera fuente de acción política: lo que diga el PP. Y parece que en el caso vasco el gobierno se aferra a esta fuente por encima de ninguna otra.

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