Los madrileños (de la Villa y Corte) que no tengan hipotecas ni ninguna otra deuda privada deben por el hecho de ser madrileños algo más de 2.000 euros cada uno. Nuestro alcalde, ese político moderado tan bien valorado en las encuestas, nos ha endeudado hasta las cejas. Ello podría no ser un desastre si hubiera dotado a Madrid de unos servicios públicos envidiables que, además de ser justos, hubieran supuesto un ahorro para cada uno de esos madrileños endeudados. Si hubiera llenado Madrid de escuelas infantiles públicas, los padres de niños pequeños se ahorrarían 400 euros al mes y los empleados de esas escuelas tendrían un salario. Pero ése no ha sido el gasto. En mi distrito, Chamberí, hay solamente dos escuelas infantiles públicas para 150.000 habitantes (Chamberí equivale a Cádiz o Vitoria por población). El gasto en Madrid no se ha hecho para que dé gusto vivir en Madrid, sino para que dé gusto coger el coche en Madrid.

Más allá de obras faraónicas innecesarias (la obra estrella de esta legislatura está siendo el traslado del Ayuntamiento al vistoso edificio de Correos gastándose en ello 500 millones de euros -80.000 millones de pesetas-), la ruina de Madrid fue el soterramiento de la M-30, varios kilómetros de autopista urbana (perdón, autopista no, calle: para saltarse la obligación informes medioambientales Gallardón decidió llamar calle a la M-30). Como había atascos, se decidió que hubiera más carriles para los coches pese a que está comprobado que el aumento de carriles en vez de solucionar los atascos supone una invitación a que más gente use el coche. Es cierto que la M-30 en el tramo soterrado apenas tiene atascos, pero la razón no es el número de carriles, sino una mucho más barata (incluso rentable): en ese tramo hay decenas de radares y se ha limitado la velocidad a 70 km/h y los coches van obligadamente tranquilos sin adelantamientos forzados ni brusquedades. Se ha forzado a una conducción racional, algo tan barato como eso y que termina con los atascos con enorme eficacia.

La gestión de los últimos alcaldes de Madrid ha consistido únicamente en hacer Madrid una ciudad más atractiva para los coches. Allí donde había atascos Álvarez del Manzano hacía un túnel con el que se evitaran los semáforos. Como eso suponía más coches y vuelta a los atascos siempre había nuevos túneles que hacer. Después Gallardón decidió que esas pequeñas obritas no iban con alguien llamado a pasar a la Historia como él y decidió hacer la llamada a los coches a lo grande con su M-30.

En esta legislatura se había prometido la ejecución de un plan de movilidad ciclista que se había acordado con los movimientos ciclistas de Madrid. Cuando me decía mucha gente que esa sería otra mentira de Gallardón yo respondía que pensaba que esto sí lo haría: hacer carriles bici es barato y vistoso y permite decenas de inauguraciones con discursos pomposísimos y fotos para la colección de engaños. Y del mismo modo que las obras para coches invitan a la gente a usar el coche, el plan supondría una invitación a usar un transporte saludable, rápido, alegre y ecológico. En Sevilla, por ejemplo, un plan de este tipo (puesto en marcha por IU, por qué no decirlo) ha supuesto que en cuatro añitos se pasara de 6000 usuarios de bici en la ciudad a 80.000 por un coste de 25 millones de euros (un euro por cada veinte que costará el nuevo ayuntamiento que se ha hecho Gallardón). Pero la promesa de Gallardón no se cumplió porque no había dinero: ya sabéis, la crisis que es culpa en exclusiva de Zapatero.

Como el cielo de Madrid está lleno de mierda sobre todo por los coches, Gallardón ha optado por las rogativas. En los paneles de las autopistas pide que nos movamos en transporte público por la ciudad. Después de años invitándonos a movernos en coche, tras gastarse mucho más de lo razonable en hacer de Madrid una ciudad para los coches, ahora pide que los ciudadanos cambien por su cuenta de hábitos porque ya hay mucha mierda que respirar y no hace falta más. Evidentemente no le ha hecho caso nadie. Los hábitos de toda una ciudad no se cambian por dos paneles. Se cambian a base de facilitar los comportamientos más sociales y dificultar o impedir los más perjudiciales para el colectivo. Que es lo contrario de lo que ha hecho el PP en todos estos años de destrucción de Madrid.