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No tengo recuerdos de la ciudad que dejó Tierno Galván hace hoy 25 años. Yo tenía 9 años y mi capacidad crítica con el municipalismo era limitada. Pero sí ha quedado un recuerdo colectivo potentísimo. Hablar hoy del Madrid de Tierno Galván es hablar del Madrid de la movida. De un Madrid alegre, vitalista en el que divertirse fuera obligación, en el que la creatividad y el disfrute eran más importantes que ser un poco molesto o no ser todo lo cuidadoso con la salud que fuera aconsejable. Acabo de escuchar en la radio palabras en las que Tierno reivindicaba “la obligación de vivir la vida intensamente“.

Ya digo que no sé si Madrid entonces respondía a ese ideal, pero sí que es el que ha quedado en la memoria colectiva.

Y por eso me extrañan las unanimidades actuales. Ahora que es un derecho fundamental no ser molestado, cuando quien no fuma es fumador pasivo y es ideológicamente transversal y abrumadoramente hegemónica una visión de lo saludable como imperativo categórico, cuando hay leyes antibotellón y antitabaco sin oposición y los bares cierran a las 3 para no molestar (al dueño de la discoteca de pago)… La movida madrileña sería hoy un peligro social como es cualquier actividad que ponga la diversión por encima del sueño de una marmota.

Me da que la celebración de Tierno Galván responde a otro principio hegemónico: hay que hablar bien de los muertos.

Si hoy un alcalde de Madrid pidiera al que no estuviera colocado que se colocara, no sería un héroe sino un delincuente. A mí me gusta ese vídeo. Me gustaría tener hoy un alcalde así. Pero no me puedo creer que todos esos que hoy lo están homenajeando quisieran ahora como alcalde a lo que recordamos de Tierno Galván.

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