Dicté tanto en China como en Chile exactamente las mismas conferencias. He visto muchas manifestaciones contra mí por lo que dije en Chile, pero nadie ha hecho objeciones a lo que dije en China. ¿Cómo se explica?

Milton Friedman

Vinieron los gobernantes chinos a soltar pasta y nadie puso objeción alguna. Incluso en alguna tertulia radiofónica explicaron los avances en derechos humanos que hay en China. La pasta que va a recibir el BBVA no es poca y con eso no se juega (pasta que dedicará a crear empleo en China) y además compraron deuda pública. Nadie habló de derechos humanos, de disidentes, de falta de democracia porque no se dicen tacos cuando viene el señorito. Si en algún momento hay que hablar de derechos humanos en China engordamos conflictos territoriales o convertimos en héroe, premio Nobel mediante, precisamente a un preso que lo único que no critica (sino que ensalza) es el sistema económico que ha llevado a China a la máxima corrupción y a una polarización social absoluta; es decir, a la violación de derechos humanos sociales, de esos cuya existencia olvidamos cada vez que hablamos de derechos humanos.

En época de Deng Xiaoping los Chicago Boys aterrizaron en China. Como lo habían hecho antes en el Chile de Pinochet y lo harían después en la Rusia de Yeltsin. Los chicos de Friedman dictaron el modelo que hoy tenemos en el horizonte: expolio de lo público y máxima restricción de los derechos sociales y democráticos. Neoliberalismo llevado a sus últimas consecuencias, vaya. La justificación de los neoliberalies es que la libertad económica (que en realidad es la desregulación para concentrar el poder económico en pocas manos) tarde o temprano lleva a la democracia y las libertades públicas como las olas van a la playa: el caso chino serviría para desmontar el dogma si alguien se lo hubiera creído alguna vez.

China es el horizonte hacia el que camina el mundo. Quienes vivimos en países de la órbita estadounidense vemos cada día un nuevo ataque a las libertades, nuevos mecanismos para evitar el control democrático, menos disimulo en el seguimiento de las órdenes de los mercados. También vemos cómo se aplauden reformas en Cuba que suponen la pérdida del empleo de medio millón de personas: esas son las que les importan, no la liberación de presos, la anulación de la última condena a muerte.

Es cierto que la irrupción de China como agente mundial tiene algunas ventajas. Quienes hemos denunciado el imperialismo estadounidense vemos aparecer un contrapeso, lo cual supone una incipiente debilidad de quien nos da las órdenes. Además, la forma en la que China está expandiendo su poder es menos criminal que la que ha seguido Estados Unidos: no se conoce que haya invadido un país, organizado golpes de Estado, alentado guerras ni grupos armados… Incluso nos ha comprado deuda sin exigirnos que nos jubilemos a los 80 años. Pero es un triste consuelo.

En el siglo XX la coexistencia de dos imperios era también la de dos modelos. Por eso quienes rechazaban el capitalismo perdonaban los pecados del imperio antagónico. Con China no sucede eso. Son dos imperios capitalistas. Uno mucho más agresivo en su política exterior (acaso por los años que lleva como imperio mundial). Si alguna vez preocupan en nuestros medios los derechos humanos en China es por el antagonismo imperial, pero como modelo económico, social y político China responde al ideal estadounidense, al modelo que rechazamos aunque las prácticas exteriores todavía no sean idénticas. Que el imperio tenga un antagonista es bueno porque lo debilita. Pero lo que hay que buscar es también un modelo antagónista. Y ese todavía es muy débil. Y no está en China.

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