Antes de mediodía de ayer nadie daba un duro por la derrota de la Ley Sinde. Pese a la enorme movilización en la red casi estábamos acostumbrados a que partidos como CiU, PNV, PSOE y PP nunca desobedecieran a un embajador estadounidense. Sin embargo en los últimos días miles de personas mostraban su indignación ante todos los partidos avisando a aquel que votara lo que se consideraban (y era) una erosión de su ciudadanía por todos los canales de comunicación posibles, que hoy son muchos.

Sé que, por ejemplo, al twitter de IU (que era la que presentaba la enmienda de devolución) recibió centenas de avisos de que un voto que no fuera contrario a la propuesta del gobierno sería considerado como un casus belli y la web de IU estuvo caída el lunes pese a que no había ningún ataque coordinado contra ella sobre todo porque era de quien había partido la única enmienda de devolución de la Ley Sinde. (lo que demuestra en parte que los ataques DDoS no son un buen instrumento político: no necesitan gran movilización sino la de poca gente con instrumentos eficaces; y no los sufren sus enemigos sino quien tenga menos defensas tecnológicas -dinero-). Junto a la presión más atomizada por internet, miles de personas llamaban a los grupos parlamentarios a exigirles que votaran bien. Si esa presión fue sentida por el grupo cuya enmienda tumbó la Ley Sinde, no quiero imaginar la que vivieron esos partidos que intentan no fallarle nunca a la embajada estadounidense, así tengan que apoyar una invasión militar.

No es la primera vez que la movilización ciudadana modifica las posiciones de los partidos. En España dejó de haber servicio militar obligatorio por la presión de miles de objetores de conciencia y sobre todo insumisos que forzaron al parlamento a acabar con la leva obligatoria. Y el hecho de que CiU, PNV y PSOE se opusieran en su momento a la guerra de Irak es una incoherencia con el resto de su trayectoria sólo explicable por la gigantesca movilización popular.

Es un triunfo del que la ciudadanía y sus organizaciones deben tomar nota. En primer lugar, hay que tomar nota de que podemos cambiar las cosas, de que ninguna medida política, social ni económica está escrita en los astros sino que se lleva el gato al agua (con perdón) quien más fuerza demuestra: los poderes oscuros o el poder popular (democracia).

Pero también es una muestra de que existen múltiples vías de ejercer la presión ciudadana que no están siendo suficientemente explotadas: ¿cuántos partidos recibieron un sólo aviso de un sólo ciudadano anunciando que no se votaría a quien apoyara el abaratamiento del despido? Frente a las agresiones sociales de cada día no estamos dando más que respuestas muy clásicas con una debilidad pasmosa. Es imprescindible, cómo no, responder vía huelgas y vía manifestaciones lo más masivas posibles, pero también idear formas de acompañar esas movilizaciones para que la presión de los mercados tenga un enemigo realmente poderoso y activo.

Dentro de un mes los partidos que ayer cedieron a la presión popular serán imprescindibles para darle un hachazo a nuestras futuras pensiones, para jodernos un poquito nuestra vejez y para ensayar otro golpe en la lista inacabable de mamporros que nos quieren arrear. Parte de la máquina de responder agresiones está engrasada. ¿La ponemos a trabajar?

Si te ha gustado, ¡compártelo!:

Facebook
del.icio.us
Bitacoras.com
Technorati
Wikio
Meneame
RSS
Print
PDF