El martes por la tarde Visa y MasterCard  decidieron apuntarse a la banca ética. De su propia ética, sí. Las empresas que hasta ahora suministraban un instrumento de pago neutro (con tarjeta de crédito se puede pagar el donativo a una organización nazi, los servicios de un puticlub y la entrada a un espectáculo de José Luis Moreno, entre otras) decidieron dar un giro y se negaron a ser uno de los instrumentos de financiación de Wikileaks.

Desde ayer complementamos esta noticia: los embajadores de Estados Unidos narraban a sus jefes en los cables confidenciales cómo presionaban a Rusia para que Visa y MasterCard fueran bien recibidas y en Turquía para que MasterCard no tuviera problemas.

La simbiosis es perfecta: la apisonadora político-financiera trabaja al unísono, tiene enemigos comunes y defiende lo mismo sin mojigaterías. Quien ataca a la diplomacia estadounidense ataca los intereses de sus empresas y viceversa: distinguir entre ambas es un ejercicio de abstracción estéril. Allá donde una necesita socorro, están las otras: hoy presiono yo para conseguir tu implantación sin barreras en un país extranjero supuestamente soberano y mañana me echas tú una mano en el bloqueo judicial, financiero e informático de una organización perfectamente legal.

Definía Marx a nuestros estados como comités de administración de los intereses de los capitalistas. El pobre Marx no tenía a mano ejemplos tan evidentes como los que estamos viendo estos días. Los estados tienen urnas y las empresas escaparates: en ambas se hacen la competencia dos empresas diferenciadas en el target comercial. Uno puede elegir al partido demócrata o al republicano, PP o PSOE, Visa o MasterCard. Pero si uno se sale de esos parámetros la simbiosis actuará perfectamente unida: demócratas y republicanos discutirán sobre si a Assange hay que encarcelarlo o asesinarlo, PSOE y PP competirán por ver quién calla más alto (si el chantaje al Estado viene de la calle Serrano no hay estado de alarma que valga), Visa o MasterCard se distinguirán sólo en cuánto resiste su web al contraataque popular.

Si hace un par de semanas se preguntara uno cómo se llama al régimen en el que sector público y privado actúan perfectamente coordinados ante informaciones incómodas y juntos bloquean la financiación de un medio, fuerzan a las empresas a quitarles la página web y encarcelan a su director mediante una grotesca construcción legal, la duda sería si la dictadura es autoritaria o totalitaria. Explicar el capitalismo es cada día más sencillo.

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