A estas horas hay un malentendido global por culpa de una huelga salvaje de los trabajadores de las imprentas, que han sustituido expresiones provocando el caos informativo. Las víctimas han sido el gobierno y los grandes medios de comunicación ahora que por fin iban a demostrar un poco de dignidad; por culpa de estos trabajadores de imprenta parece que se han vuelto locos.

Empezando por el BOE, que ayer iba a anunciar la militarización de los mercados bursátiles par forzar a esos mercados a comprar la deuda pública a precios razonables y en caso de negarse a esos precios y conspirar para subir el diferencial de riesgo y ganar dinero a costa de chantajear al Estado declarar estado de alarma, forzar a los especuladores a golpe de bayoneta y juzgarles por un delito de sedición. Cualquier cosa menos permitir que la sociedad civil sea tomada como rehén de los mercados; cualquier cosa menos ceder ante los chantajistas y destrozar nuestros derechos adquiridos durante tanto tiempo. Pero no ha sido eso lo que ha aparecido publicado.

El mismo problema han sufrido en la imprenta los editoriales de los principales medios de comunicación. Por lo visto el editorial de El Mundo (al que no puedo acceder por internet porque para ello tendría que contribuir a pagar la piscina de Pedro J: doy por hecho que es el que están leyendo en la radio) ha salido con el título correcto (“Extorsión inaceptable“) pero después les han hecho el mismo cambiazo en frases como “los especuladores financieros son chatajistas merecedores de lo peor“.

Sí podemos acceder a otros medios de comunicación que por fin querían hoy aparecer dignos y exigentes ante los chantajes inaceptables y las extorsiones antidemocráticas:

En La Razón, el editorial de hoy iba a ser el siguiente hasta que la imprenta lo retocó:

Colapso delictivo

Los especuladores, con su levantisca actitud, han terminado por perder la poca o mucha razón que pudieran tener. El chantaje o la toma como rehenes de los ciudadanos nunca pueden estar justificados, y su responsabilidad es total en las patéticas escenas que se vivieron ayer en la Bolsa de Madrid y otras dependencias, y en crear situaciones de potencial inseguridad. Los ciudadanos han acabado por pagar el desencuentro en una negociación mal llevada, en la que las dos partes podían haber hecho mucho más para hallar un punto de acuerdo. La ministra Salgado tendría que haber puesto orden en un colectivo que necesitaba «ventilarse» para corregir una endogamia corrosiva, y que era una fuente de conflictividad periódica.

Ante la extrema situación, el Gobierno replicó a media tarde de ayer con un ultimátum a los especuladores y la militarización de los centros financieros, autorizada por el presidente a primera hora de la noche. Había pocas salidas más ante el deterioro y la magnitud de la crisis. En cuanto a la depuración de las responsabilidades, la Justicia tendrá que aplicar el Código Penal a quienes usaron puestos estratégicos para el chantaje contra un Estado. Cualquier causa, por muy justa que sea, pierde toda razón moral cuando se defiende mediante el atropello de los derechos de los ciudadanos. Millones de personas sufrieron el desvarío de un colectivo que jugó con fuego y terminará quemándose en el desprestigio y en los tribunales.

Muy parecida iba a ser la línea editorial del ABC:

Especulación salvaje, chantaje y caos

Los especuladores financieros no tienen derecho a convertir el abuso en una costumbre y su dinero en un arma con la que secuestrar a la ciudadanía. AL margen de cualquier razón política o económica que pudiera asistirles, los especuladores financieros merecen una condena y un castigo severo por el chantaje organizado que obligó ayer a vender a precios altos la deuda pública a la hora clave para la salida de las medidas sociales necesarias para los trabajadores. La tarde noche en los principales organismos políticos españoles fue caótica. Es justa y lógica la indignación de cientos de miles de ciudadanos, atrapados en el paro y en trabajos precarios y convertidos en rehenes de un ataque especulativo al que son ajenos. Una especulación salvaje es una actitud inasumible, impropia de fortunas cualificadas, pero incapaces de conjugar sus legítimos intereses bursátiles con su obligado deber —avalado por unas abultadas ayudas del Estado cuando las han necesitado— hacia la prestación de una financiación pública esencial. No se trata sólo de que hayan podido incurrir en responsabilidad disciplinaria, y seguramente penal, por paralizar caprichosamente la financiación de la deuda pública española, generar serias perturbaciones en la economía y hasta delinquir. Se trata de la falta de dignidad que los especuladores demuestran coaccionando a ciudadanos a los que obligan a perder sus derechos y su dinero mientras se dedican a pisotear la imagen de un sistema económico que ellos mismos —nadie más— han deteriorado hasta causarle un daño irreparable. Es hora de que la Justicia ponga manos a la obra y castigue ejemplarmente a todos responsables.

El País también iba a ser por fin tan contundente como esperábamos desde mayo. El editorial, sin la intervención de los huelguistas salvajes de las imprentas, era el siguiente:

Golpe financiero

Nada justifica, en ninguna circunstancia, el afán de extorsión de una iniciativa que está fuera de la ley. El cierre de la financiación de la deuda a precios razonables afecta a millones de ciudadanos. Con su actitud, los especuladores no solo pierden la razón y la batalla de la opinión pública, sino que se exponen a sanciones que probablemente superen las meramente económicas, ya que su iniciativa podría estar tipificada en el Código Penal. El Gobierno amenaza a los financieros con declarar hoy mismo el “estado de alarma” y ponerlos a disposición judicial, en cuyo caso se enfrentarían a “graves penas de prisión”.

Pero tras la militarización del control financiero firmada anoche por Zapatero, las consecuencias de desobedecer pueden ser aún más graves. La especulación financiera va a producir enormes pérdidas económicas en sectores estratégicos como las pensiones, los derechos laborales, la sanidad pública y la educación, y el chantaje al que los especuladores someten al Gobierno y a los ciudadanos ni puede tolerarse ni puede quedar impune.

Economía tendrá que imponer con urgencia medidas más drásticas. Su titular, Elena Salgado, ha sido la primera en una decena de años que ha plantado cara a un colectivo acostumbrado a firmar recortes sociales a golpe de amenazas.

El golpe de mano de ayer demuestra que el conflicto no había quedado resuelto y que sus protagonistas están dispuestos a tensar la cuerda hasta límites difícilmente soportables. Esa interpretación abusiva de la ley de la oferta y la demanda es el origen del decreto aprobado ayer y que ha derivado en esta protesta frente a la cual el Gobierno hace bien en actuar con la mayor contundencia.

Pero las imprentas han sustituido a esos mercados por ‘controladores aéreos‘ y el gobierno y los medios han quedado en ridículo, pues parece que toma medidas enérgicas y autoritarias para que podamos disfrutar de una vacaciones de cinco días, mientras se rendía ante especuladores y embajadores estadounidenses entregándoles la soberanía nacional y nuestros derechos sin mover un solo dedo más que para hablar de responsabilidad en su rendición.

Con estos cambios, parece erróneamente, que el mismo gobierno que hace dos días anunciaba que los aeropuertos no tenían por qué ser de gestión pública hoy piensa que son tan estratégicos para la seguridad nacional que pueden generar el primer estado de alerta desde la dictadura aun cuando el perjuicio que causan los controladores es exactamente el mismo que el que causó un volcán islandés hace pocos meses: todo se solucionó con prudencia, fastidios y paciencia.

Ha habido muchas razones para ser enérgico, muchos chantajes para demostrar que se es el gobierno con más cojones (¡viva españa!) del planeta, extorsiones que ponían en jaque a la democracia y al estado social… y siempre se cedió al chantajista sin protestas de estos medios muchos de los cuales publicaban que las cesiones se quedaban cortas. Este es un conflicto que puede ser molestísimo para quienes tuvieran planeadas con toda la ilusión unas vacaciones pero que no deja de ser un asunto menor al lado de lo que hemos vivido este año o lo que hemos conocido en la última semana.

Mi ira, mi apoyo a decisiones enérgicas, mi apoyo con insultos a chantajistas y extorsionadores lo habrían tenido si hubieran reaccionado así contra quienes nos hacen el daño más grave. Que no cuenten conmigo, después de tanta cesión inaceptable, para el baile de los disfraces en los que se colocan la careta de la dignidad.

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