Una de las ventajas de las filtraciones de los papeles secretos de Estados Unidos es la cantidad de gente que se está quitando la careta. No sólo aquellas personas cuya radical ausencia de principios se desvela en esos papeles. Sobre todo de aquellas que públicamente están mostrando sin ningún disimulo que su modelo es una dictadura global en la que se liquide al disidente molesto, se le invente un delito sueco pero difundamos que es un violador o se le torture.

Un grupo de congresistas estadounidenses han pedido que se meta a Wikileaks en la lista de organizaciones terroristas. Sarah Pallin, mucho más moderada, ha dado a entender que lo que habría que hacer es negociar con Julian Assange para gobernar conjuntamente: supongo que es a lo que se refiere al pedir que se actúe contra él “con la misma urgencia con la que perseguimos a Al Qaeda y a los líderes talibanes”. Pero la palma se la ha llevado un tipo llamado Thomas Flanagan, asesor del primer ministro canadiense, que ha pedido que Obama emita una fatwa con una buena recompensa por su cadáver o que, en su defecto, lo asesine (a Assange, no a Obama) un avión no tripulado (para evitar que haya soldados heridos durante el asesinato).

Supongo que lo que vale para un asesor de primer ministro que además es profesor universitario de Ciencias Políticas vale para cualquier ciudadano de a pie. Hasta ahora mucha gente se contenía algunos impulsos por miedo al qué dirán o al código penal (reconócelo, iracundo lector, exaltada lectora). Pero ya ves que no sólo es legal sino propio de altos cargos e intelectuales de la cosa política.

¿A quién meterías en una lista de organizaciones terroristas? ¿Al servicio diplomático que busca la impunidad para asesinos, secuestradores y organizadores de campos de concentración en Guantánamo, por ejemplo? ¿A quién te cargarías o al menos pagarías un piquito para que alguien se cargara? ¿A Bush quizás? ¿O al cuarteto de las Azores en pleno, ya metido en gastos? ¿A quién acusarías de violador para que una vez encarcelado dejara de decir inconveniencias? ¿Jiménez Losantos, Rubalcaba, De la Vega, Duran i Lleida, Cospedal? No te cortes, no pasa nada, nadie dirá nada ni se querellarán contra ti siempre y cuando el asesinable haya difundido un papel ajeno o algo más molesto si cabe: yo sólo he preguntado por algunos ejemplos muy evidentes. Sólo queda excluido de la posible amenaza Rafael Correa: mientras los demás gobiernos buscan matar a Assange o miran para otro lado, el gobierno ecuatoriano es el único que le ha ofrecido la residencia (es lo que tienen los populismos antidemocráticos: que pueden servir para que sobrevivan los disidentes de las democracias serias).

Si tu fervor patriótico te hace tomar como modelo de conducta a oriundos de la piel de toro, ahí está Inocencio Arias que ayer pidió por dos veces un escarmiento contra Assange en la SER (sin que a nadie le pareciera que eso mereciera una pregunta o un matiz). Pero como eso es sólo lo que diría cualquier politólogo canadiense, es mejor tomar como ejemplo lo que escribió en su blog (hoy en día se abre un blog cualquiera) para defender que torturar no está tan mal (no siempre, aclara, sólo en casos extremos: torturar a todo el mundo todo el rato no le parece bien): “¿Torturaría usted a quien está a punto de volar el Camp Nou el día del Barça-Madrid?“, se preguntaba, por supuesto, antes del partido (a lo mejor a la vista del resultado su respuesta sería más firme en defensa de los derechos humanos). Si esto se lo pregunta todo un diplomático serio, un señor importante que sabe que una cosa es predicar y otra dar trigo, también nos lo podemos preguntar los irresponsables ingenuos: ¿torturarías a un embajador de España ante la ONU que está a punto de intentar que el Consejo de Seguridad de la ONU impulse una invasión de Irak que fuera a costar decenas de miles de muertes? Es un caso aún más extremo que el del Camp Nou, ¡qué dilema moral!

Desahoguémonos después de tanto silencio y tanta autocensura: reprimir los impulsos sólo genera melancolía, neurosis y envidia de pene. Sé como la gente seria, pórtate como hacen los demócratas irreprochables, y cuenta ¿a quién darías matarile? ¿a quién torturarías? ¿A quién callaríais en el talego acusándole de violación o de cualquier otro delito?

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