Lo bueno de los resultados de la candidatura conjunta de ICV y EUiA es que no suponen el monumental derrumbe de los otros socios del tripartito, pero sí que exigen una seria autocrítica. Desde hace tiempo miramos las encuestas que dicen que IU sube mes a mes pero demasiado lentamente y criticamos que en la actual crisis del neoliberalismo, la única fuerza que se opone al modelo tendría que subir mucho más: si una subida moderada no es un buen resultado, una bajada tiene que ser entendida como un resultado muy tristón, especialmente si se ha tenido la ventaja de poder demostrar desde el gobierno que hay otra forma de hacer las cosas.

Como la autocrítica no se hace desde fuera, no seré yo quien se la haga a ICV. Ya he dejado escrito que considero que su campaña electoral conjunta con EUiA ha sido la más limpia e inteligente, así como la única que ha reclamado la necesidad de un gobierno de izquierdas. En medio del lodazal, creo que ha sido esa campaña la que ha hecho que sólo ICV y EUiA hayan escapado a la catástrofe que anticipaban las encuestas también para ellas mientras PSC y ERC se hundían: así lo muestran las encuestas que han hecho que la candidatura de Joan Herrera fuera subiendo durante la campaña electoral.

Sin entrar en qué piensen la gente de ICV, sí creo que hay un aspecto que debe quedar resuelto de una vez en su proceso de reflexión porque el resto de la izquierda lo merece: es imprescindible enterarnos de qué relación quieren tener con Izquierda Unida. En función de la respuesta habrá que actuar. Pero las ambigüedades y la falta de transparencia tienen que terminar.

Hay una primera decisión que ICV tiene que tomar: si quiere tener a Izquierda Unida como socia o si sigue intentando montar un referente estatal a partir de restos de diversos naufragios. Si opta por esta segunda opción, creo que se equivocará, pues la izquierda alternativa no está como para fraccionarse y montar nuevas historias con escasa viabilidad. Creo que se equivocará, pero estará en su derecho y todos sabremos a qué atenernos. Incluida EUiA que tendría nuevas dificultades, pero dejaría de tener otras. Y el conjunto de la izquierda estaría más débil y fragmentada pero no se vería sonrojada ante comportamientos que ya serían completamente ajenos.

Personalmente me gustaría que ICV, como toda la izquierda alternativa, honesta y coherente, tuviera la inteligencia por apostar por un frente de izquierdas no excluyente, es decir, por ir hacia una nueva organización política estatal en la que cupiera toda la izquierda que plantea propuestas socialistas frente al aplastamiento de la humanidad y del planeta; una fuerza que, además, fuera irresponsablemente coherente en sus prácticas con esas propuestas. Si hace esa apuesta tendríamos que sentarnos toda la izquierda en esa suerte de Estados Generales de la Izquierda a los que algunos llevamos tiempo apelando con las fórmulas que vayamos acordando y que sean siempre de máxima transparencia y lealtad. Es una fórmula que algunos consideramos imprescindible para toda la izquierda real, pero que exige el fin de un sectarismo para el que es válida toda la izquierda menos aquella a la que uno tenga especial tirria, incluso aunque ésta sea justificada.

Si ICV no quiere llegar a tanto pero sí entiende que su socio debe seguir siendo la gente que estamos en Izquierda Unida deberá acabar con las prácticas de estos últimos meses de profunda deslealtad. No puede valer ya más que una semana antes de la primera asamblea de Refundación ICV filtre a la prensa su intención de montarse un referente estatal al margen de la (inmensa mayoría de la) gente de IU para boicotear (sin éxito) el resultado de tal asamblea; ni tampoco podrá valer que apoye escisiones tránsfugas como en Valencia y Baleares que se van de IU con el cargo en la mochila cuando no se sienten en mayoría interna (ay, cómo se ve lo demócrata que realmente es cada cual cuando queda en minoría).

Insisto en que mi deseo es que haya un reencuentro de la máxima intensidad. Sin que ello suponga renuncias ideológicas, pero sí la solidaridad entre esta minoría que nos oponemos a un sistema criminal y suicida. Quienes queremos recuperar la democracia robada por los mercados sólo ganaremos en esterilidad si nos dividimos. Toda esa izquierda junta tendremos mucha más capacidad de movilización social y política para hacer frente hoy y cambiar las cosas mañana. Esa unidad, por evidente que sea su necesidad, no es exigible. Lo que sí es exigible e Izquierda Unida debería exigir es claridad y honestidad. Que se acabe el juego de las tinieblas y empecemos a trabajar en serio, sin engaños ni trucos, juntos o, si esa es su opción por separado por otro mundo posible o imposible, pero imprescindible.

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