Una de las mejores noticias que tendremos esta noche es que se termina una de las campañas electorales más tristes que se recuerdan. Catalunya parte de una inmensa ventaja en términos democráticos: la gran pluralidad partidista. Ninguna encuesta hasta hoy da mayoría absoluta a ningún partido y el nuevo Parlament contará, según las encuestas, con la representación de entre seis y siete candidaturas. Sin embargo casi todos esos partidos han decidido que la pluralidad política sea muy inferior a la pluralidad partidista.

Ello podría haber supuesto un debate rico y una enorme cantidad de matices. Y sin embargo no ha sido así: casi todas las candidaturas han hecho de la campaña una exhibición de giro a la derecha cortejando a una CiU más tirada que nunca hacia el neoliberalismo irlandés, acosada por su corrupción estructural y echada al monte xenófobo en competencia sólo con el PP.

De los componentes del tripartito saliente, sólo la candidatura de ICV-EUiA se ha mostrado partidaria de un gobierno catalán de izquierdas despegado de la ortodoxia liberal abrazada por Moncloa. El PSC reniega del tripartito no por sus insuficiencias, que las ha tenido, sino porque está disputando a CiU el electorado de derechas (mientras pierde votos de izquierdas a puñados) ahora que se anuncia la sociovergencia. Por no hablar de ERC que en todos sus mítines se ha ido bajando el listón de lo que solicitará para echarse en brazos de CiU. Frente a ese giro a la derecha, desde fuera ha sido una alegría ver que los candidatos de ICV y EUiA han sido los únicos en proponer que Catalunya puede tener un gobierno de izquierdas y que las posibles críticas al tripartito no se responden con un gobierno de CiU, sino con un gobierno más de izquierdas.

Junto con la derechización de casi todas las fuerzas con opciones parlamentarias ha llamado monstruosamente la atención lo sucia e imbécil que ha sido la campaña electoral. Por encima de todo está el videojuego fascista del PP (que estaría siendo investigado por la fiscalía si su autor no fuera un partido con tanto poder). Pero no han estado a la zaga las apelaciones de Duran i Lleida a la natalidad catalana para competir con la importada, la vacuidad del discurso del PSC (que sólo ha apelado a orgasmos altamente sorprendentes, pero nunca, por ejemplo, a la crítica a los tijeretazos neoliberales que CiU hará imitando a Zapatero) , los desnudos de Ciudadanos (coherentes con la ausencia de más ropaje político que el nacionalismo unionista), ese alarido de Puigcercós alentando tópicos también xenófobos contra los andaluces tan aberrantes como los tópicos anticatalanes de otros lares y un Laporta dispuesto a entrar en el Parlament porque le votará la gente que sea “un catalán que quiere tener más dinero para vivir mejor”. De nuevo tengo la impresión  de que ICV-EUiA se ha salido de esa campaña tan sucia: evidentemente es una impresión partidista, pero realmente entre las salidas de pata de banco en esta campaña electoral que conozco no está ninguna de la candidatura de ICV-EUiA. El precio ha sido no salir en titulares y espero que ese precio no sólo no sea un coste sino que sea recompensado por la ciudadanía catalana que se haya sentido insultada por esta campaña electoral. Y de hecho la tendencia claramente al alza de ICV-EUiA en estas semanas parece una prueba de que la percepción es generalizable.

Hay muchas críticas que hacer al tripartito, cómo no. La campaña que hemos vivido es una muestra de cómo las ilusiones de cambio hacia la izquierda no han sido complacidas, fortaleciendo un polo de derecha muy dura que ha atraído a todos los partidos con opciones parlamentarias menos a ICV-EUiA, la única lista con opciones que reclama un giro a la izquierda. Los catalanes se equivocarán si aceptan la resignación de casi todo su espectro político: echarse en manos de la derecha neoliberal, corrupta, xenófoba y vaticanista radicalizará las insuficiencias del tripartito y destruirá sus logros. Esa pluralidad partidista no está siendo correspondida con una rica pluralidad política. Los demás partidos han decidido dejar a ICV-EUiA el monopolio de la izquierda catalana. La ventaja es que entre tanta sigla, los catalanes de izquierdas lo tienen muy fácil.

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