Hace unas semanas El País publicaba una interesantísima entrevista con Julian Assange, director de Wikileaks, el medio digital que había permitido que conociéramos los crímenes que el propio Pentágono documentaba para sí. Casi más interesantes que las declaraciones de Julian Assange eran las condiciones en que se había celebrado la entrevista: cita en un callejón de Londres con numerosas medidas de seguridad, en condiciones de semi-clandestinidad. La entrevista de un hombre que había usado las nuevas tecnologías y la legislación sueca para dar a conocer los crímenes que Washington documenta se parecía más a la entrevista a un delincuente perseguido por la justicia (salvo que el delincuente sea un imputado por genocidio: en tal caso puede reunirse con Rubalcaba dentro del Ministerio del Interior, a unos cientos de metros del tribunal que le imputa numerosos crímenes).

Ayer tuvimos un estupendo acto en la sede de IU-Chamberí sobre los papeles de Wikileaks. Una de las cosas que reiteraron Olga Rodríguez y Javier Couso fue que todo lo que dicen esos papeles era vox populi en Irak junto con otros muchísimos crímenes que no aparecen en esos papeles al no haber sido documentado por militares estadounidenses. Olga Rodríguez nos habló de los cientos de historias terribles de víctimas de esos crímenes que los medios no quieren recoger porque lo que sucede todos los días ya no es noticia, aburre. Y Javier Couso criticó el cierto racismo que hay cuando damos menos credibilidad a los testimonios de las víctimas, de quienes viven allí y sufren o ven los crímenes personalmente que a los documentos de la propia maquinaria criminal.

Hubo algunas desgraciadas coincidencias con el acto de ayer. Se celebró el mismo día en que una web publicaba los nombres de “los responsables directos, agentes del Estado de Israel que entre diciembre de 2008 y enero de 2009 atacaron a cientos de personas durante el asedio de Gaza. La gente que aparece en esta lista ostentaba puestos de mando en el momento del ataque, por lo que no sólo participaron en el mecanismo asesino del estado, sino que también animaron a otros a hacer lo mismo“: la web no se podía visitar desde pocas horas después y no creo que a las 7.30 de la mañana, cuando escribo estas líneas, sea por exceso de visitas madrugadoras.

La otra coincidencia fue que la fiscalía de Suecia volvió a ordenar el arresto de Julian Assange por un delito de violación (ya lo intentó hace semanas sin éxito dada la inexistencia de pruebas). Resulta curioso cómo al periodista (porque lo que ha hecho Wikileaks es periodismo) que destapa crímenes se le buscan desviaciones o delitos sexuales para matarle civilmente: aquí se intentó algo parecido con el director de El Mundo cuando aportó pruebas sobre los crímenes de los GAL. Nadie persiguió a Assange por delito alguno hasta que Wikileaks sacó los papeles que el Pentágono no quería que fueran públicos y en todo caso, si Assange fuera un delincuente y no nos hubiéramos dado cuenta hasta la publicación de los documentos autoinculpatorios, ¿dejarían de ser verdaderos los papeles en los que EEUU documenta algunos de sus crímenes?.

En Suecia hay una legislación que permite blindar a medios digitales como Wikileaks que ejerzan el control al poder limitando su impunidad: por eso no han podido simplemente hacer caer Wikileaks como le ha sucedido a Israel War Criminals. En el tiempo que cambian esa legislación intentan destruir a quien se salta esa censura global. En Bagdad actuaron preventivamente y justo antes de entrar bombardearon la televisión Al Jazeera, la de Abu Dabhi y el hotel Palestina, donde asesinaron a José Couso. En El Aaiún directamente han impedido la entrada de periodistas para impedir tener que inventarse luego los delitos de los que les acusarían. A Anna Politkovskaya la asesinaron en el ascensor de su casa tras denunciar las violaciones de derechos humanos de los gobiernos de Putin.

Seguramente la ventaja de nuestras democracias sobre una vulgar dictadurilla es que aquí nos ahorramos burocracia: no hace falta un aparato de censura porque las personas que contarían los crímenes ya saben que si consiguen llegar, disponer del tiempo y los medios para enterarse de lo que sucede, no les matan antes y sus medios acceden a publicar sus denuncias se expondrán a la destrucción civil (si no física). Y si te pasa algo, ya sabes dónde te metías. Al fin y al cabo ya lo explicó Bush para justificar el asesinato de Couso: la guerra es un lugar peligroso.

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