Rajoy demostró que no era un demócrata el día que dijo para descalificar a Zapatero que para ser presidente del Gobierno se debería exigir “algo más que ser español y mayor de dieciocho años”. Demostraba así un sentido elitista de la política propio de sistemas oligárquicos, no democráticos. Algo muy parecido mostró ayer la ministra Sinde al pedir a los artistas que no hablen de aquello de lo que no sean expertos. La política hay que dejársela a los que saben, no a la ciudadanía.

No hace falta recordar que Sinde no se limita a hablar de guiones cinematográficos: entre exposición de escultura y presentación de premio de ensayo la ministra nos explica la verdad sobre las descargas de internet, de las que suponemos que no sólo no es experta sino que está por estrenar. No recordemos tampoco que en el gobierno del que forma parte el ministro de Interior es quimico y que la ministra de Sanidad lucía una Power Ballance media hora antes de ser investida. Se entiende que Rajoy quería limitar que los ciudadanos de a pie sean elegibles y Sinde pone el límite en el ejercicio cotidiano de la ciudadanía pero no en los cargos de poder. Incomprensible, pero tan poco democrático en un caso como en otro.

De lo que Sinde pide que no hable quien no sea experto no es sobre la tasación de la última adquisición del Reina Sofía, algo que podría llegar a ser razonable, ni sobre los criterios que usa en la cocina el CIS o la composición que este año tendrá la vacuna de la gripe. Sinde pide que no hable quien no sea experto sobre los derechos humanos de los ciudadanos de un país ocupado.

Detectar que nos toman por imbéciles cuando el ministro de Interior marroquí asegura que el ciudadano con DNI español murió atropellado por una policía marroquí que estaba siendo agredida, no exige una experiencia mayúscula. Pero es cierto que exige un cierto criterio.

Pero hay cosas que no exigen experiencia alguna. Cuando el PSOE pide ese equilibrio entre defensa de los derechos humanos e intereses ocultos (algo que hizo el sábado un dirigente del PSOE y que ratificó ayer Trinidad Jiménez al explicar que “condenar a Marruecos sin pruebas (sic) tendría consecuencias“) están tomando una postura que no depende de la experiencia de un técnico sino de los principios políticos por los que se mueve una sociedad.

No es la inexperiencia lo que lleva a los titiriteros a ladrar su rencor por las esquinas. Es la defensa de los derechos humanos de los saharauis y de la dignidad de los españoles. Y además el ejercicio de la ciudadanía que nos corresponde a todos en una democracia. Y a todo ello se enfrenta Sinde.

Zapatero cambio el gobierno porque pensaba que no se explicaba bien. Ha sido un éxito: ahora se entiende todo divinamente.

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