Ayer fue Zapatero al Senado para mostrar al PP que no hará movimiento alguno para la normalización de sus instituciones. Se pasó tanto de frenada que a su lado la cuarentena democrática que pedía Basagoiti (que, sospechosamente, era de cuatro años: la duración de una legislatura en la que el PP tocaría un poder imposible si todos los votos vascos estuvieran representados) quedaría casi como una concesión a Batasuna.

Si la izquierda abertzale se quiere presentar a unas elecciones, dijo, tiene dos alternativas: o rompe con ETA (lo cual debe de ser algo más que pedirle a ETA “que decrete una tregua unilateral, permanente y verificable) “o ETA se disuelve“. Caray. Sabemos que las comparaciones son odiosas porque ETA es un algo insólito en la historia de la humanidad por lo que no podemos aprender absolutamente nada de ningún hecho pasado, presente o futuro de este planeta u otros. Pero habrá quien eche cuentas y vea que, por ejemplo, en Irlanda el alto el fuego fue en 1994 y no se consideró desmantelado el IRA hasta 2008: nunca ha declarado su disolución como tal, sino que una comisión independiente constató que “sus estructuras terroristas, los reclutamientos y los llamados departamentos militares han sido desmantelados“. Catorce años después (tres legislaturas y media en las cuentas de Basagoiti). Y eso con los sucesivos gobiernos británicos haciendo importantes esfuerzos e incluso con ministros yendo a visitar a los presos del IRA a la cárcel en los inicios, lo contrario que en España donde lo importante es mostrarse impasible.

En Euskadi ya no se va a dar un proceso como el irlandés. ETA tuvo un par de ocasiones (1998, 2006) para obtener algo de un proceso de paz bilateral y no las aprovechó. Pero va un largo camino de esa constatación a pensar que ETA se pueda disolver motu proprio en un par de añitos o que se puede prolongar indefinidamente la situación de excepción por la cual entre 100.000 y 150.000 ciudadanos vascos no pueden votar a la formación que querrían incluso cuando tal formación aboga por vías exclusivamente pacíficas para conseguir sus objetivos políticos.

Es evidente que la izquierda abertzale podrá presentarse algún día a las elecciones y que para ello no habrá que esperar a que ETA anuncie su disolución, algo que posiblemente no ocurra jamás. Las palabras de Zapatero son un brindis al sol del estilo de aquella reforma laboral que él nunca impulsaría sin el acuerdo de los sindicatos. No sé quién podría criticar a Zapatero por su derecha si pusiera gesto muy firme y anunciase que la izquierda abertzale se podrá presentar sólo si se produce un alto el fuego unilateral, permanente y verificable: no hay alto el fuego verificado que tenga vuelta atrás. Además, el último giro de tuerca de la política de ilegalizaciones (la posibilidad de desalojar a los concejales de partidos ilegalizados después de ser elegidos en sus listas) deja al gobierno con la sartén por el mango: si la izquierda abertzale se presentase a las municipales por una ¡tregua-trampa!, cuando ésta se rompiera, se volvería a la situación actual que tanto parece gustarnos.

Sólo eso: constatar públicamente la obviedad de que si ETA anuncia que deja las armas de forma verificable, incondicional y unilateral (algo que sí podría estar próximo) la izquierda abertzale podría presentarse a las elecciones sería un gesto importantísimo que forzaría a ETA a obedecer más pronto que tarde la exigencia de que vaya bajando la persiana para cerrar el negocio.

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