Cuando hay que dar confianza a los mercados se sacrifican en su altar unos cuantos derechos laborales. Es algo que se sabía pero que no estaba recogido por ley. Ayer el PSOE pactó con el PNV que cuando una empresa tenga poca confianza (prevea pérdidas) pueda despedir trabajadores por causas objetivas. Si las previsiones que realiza una empresa sobre sí misma, su confianza, son objetivas, ¿qué será subjetividad?

Con ese acuerdo el PNV se sustituía la propuesta que el PSOE tenía por la mañana, según la cual bastaba con que una empresa redujera sus beneficios para poder despedir por causas objetivas: si para ello la empresa decidía incrementar provisiones en un ejercicio exitoso, sería su problema (y lo pagaría el trabajador).

Mientras el PSOE se tiraba a ese monte neoliberal el PP ha propuesto en la brevísima tramitación de la reforma laboral que se prohiba el ejercicio del derecho a huelga durante la negociación del convenio colectivo: mejor hacer las huelgas en vacaciones o los días de fiesta de guardar, que así molestan menos a los usuarios. No nos riamos. En Panamá se acaba de prohibir el derecho a huelga (y se eliminan los estudios de impacto ambiental, que estas cosas siempre van de la mano) y estos ensayos siempre se exportan: el tijeretazo griego (un par de semanas antes del español) nos dejó boquiabiertos y el gobierno aprovechó nuestro pasmo para arrearnos una tunda de confianza en los mercados. Ya en el debate sobre el estado de la nación Zapatero le dijo a Rajoy que había hecho todo lo que Rajoy decía un año antes. A lo mejor Panamá no está tan lejos.

El pasado domingo en la publientrevista que dedicó El País a Zapatero explicó qué había aprendido en estos años: “Los límites objetivos de la acción de gobierno. Asuntos que parecían de difícil aplicación han resultado fáciles, y al revés. El del matrimonio homosexual ha resultado fácil, todo un éxito, mientras que otros, como la capacidad de intervención del Gobierno en la economía libre de mercado, se han revelado lo más difícil.” Es todo un programa político liberal: desregulación de la moral, sí, pero junto al sometimiento colectivo a mandatos económicos ilegítimos porque es muy difícil someter a los mercados al control democrático.

Es de suponer que alguien le diría en algún momento que gobernar desde la izquierda era fácil: no lo es, enfrentarse al poder nunca es fácil. Pero entregarse a él es renunciar para siempre a ser izquierda.

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